Columna ‘Sinapsis’,
por: Alejandro Bustos.
En esta era de la política digital, donde las redes sociales se han convertido en el campo de batalla de las opiniones y las pasiones, ha surgido un nuevo y no tan aislado término: «LosNeoXairos». Comencemos por definir la palabra original antes del prefijo. «Chairo», según Wikipedia: “es un término utilizado en política mexicana de uso despectivo para referirse a una persona de izquierdas o que idolatra a un líder populista”. Los más veteranos usuarios de redes sociales, como es mi caso, normalmente lo asociamos a los aficionados de López Obrador o Morena. No obstante, en la actualidad, este término ha evolucionado para describir a los más fervientes seguidores de Xóchitl Gálvez, quienes han demostrado una devoción desmedida hacia su figura que rivaliza con los fanáticos de AMLO.
Si bien es natural que los políticos tengan seguidores apasionados, los llamados NeoXairos de X/Twitter llevan su fanatismo a un nuevo nivel. No se trata sólo de apoyar a la candidata del FAM; están dispuestos a defenderla a capa y espada, incluso si eso significa recurrir a comparaciones extravagantes y desconcertantes, así como a repartir insultos y burlas para todo aquel que le haga una ligera critica. El fanatismo político no es nada nuevo en la historia de nuestro país, pero es importante recordar que puede tener consecuencias dañinas.
Comparativas y similitudes
Ejemplos hay muchos pero el fenómeno de la adoración política desmesurada no es exclusivo de Xóchitl Gálvez. Recordemos cuando el famoso adulador del regimen morenista, Antonio Attolini, durante su aparición en el programa de Latinus, ‘Tragaluz’, tuvo la osadía de comparar a López Obrador con Jesucristo. Mientras que el humor puede tener su lugar en la política, estas comparaciones extremas sólo alimentan la polarización y disminuyen la capacidad de tener un debate político saludable. Si bien es cierto que los líderes políticos pueden inspirar a sus seguidores, compararlos con figuras religiosas históricas es un juego peligroso y francamente desternillante.
De la misma forma, pero del otro lado del espectro político, hace un par de semanas Guadalupe Loaeza hizo una comparación igualmente sorprendente al tuitear, cito textual: «Bendita Xóchitl, apareciste, como la Virgen de Guadalupe, cuando más te necesitábamos». Suponiendo que sea un gesto simbólico, la hipérbole está generando pasiones y expectativas desproporcionadas en la gente.
¿No me cree? Le invito, estimado lector, a que se dé una vuelta por la arroba en X/Twitter del periodista Pascal BeltrándelRío. Hace un par de días se mostró crítico del proceso de selección del FAM en donde se determinó, aparentemente en una decisión salomónica entre los tres partidos integrantes de la coalición, nombrar a Gálvez como la candidata oficial y suspender de inmediato el proceso de consulta ciudadana que estaba programado para este pasado domingo 3 de septiembre del año en curso. Por los comentarios a su tuit, él mismo evidenció su molestia por el grado de intolerancia por parte de los fanáticos de la aún Senadora de la República, llegando a llamarle «chayotero» o «vendido», entre muchas otras cosas, al periodista que ha sido precisamente uno de los más críticos al gobierno Obradorista. Todo por externar una opinión objetiva.
Sería deseable que en lugar de sucumbir al fervor ciego, los seguidores de cualquier político mantuvieran una mente abierta y crítica. La política debe ser un espacio para el debate racional y la discusión informada, no para la adoración irracional. Es hora de dejar de lado las comparaciones exageradas y centrarnos en los problemas reales que enfrenta nuestro país, porque ese tipo de actitud por parte de los seguidores Xóchitl, lejos de beneficiarle, le perjudica; sobre todo, para seducir al electorado indeciso.
Quiero advertir, desde este modesto espacio, que hay un sector del electorado que tiene más dudas que certezas al momento de comprometer su apoyo por Xóchitl, el cual no es menor y no debería subestimarse. Y me refiero, por supuesto, al voto verdaderamente conservador. Si bien el pensamiento de oposición está siendo prágmatico y de unión con el objetivo de echar a Morena de Palacio Nacional, este sector no se siente representado por la exjefa delegacional de la Miguel Hidalgo ya que en su agenda, hasta el momento, no ha incorporado ningún reclamo prioritario de esta fracción de la sociedad civil.
Es importante dejar algo bien claro: ser crítico de sus políticas o de algún hecho puntual de su agenda, no es incompatible con reprobar el gobierno de AMLO. Y en ese terreno es cuando algunos de sus seguidores se confunden y caen en actitudes que en el pasado reprobaron al insultar o catalogar de «chairo» a todo aquel que no sea «Xochilover».
Entiendo, y se justifica, el fervor antimorena que genera en muchos de sus seguidores por el daño prácticamente irreparable que el obradorismo le está causando a este país; sin embargo, al comportarse igual que como lo hace la RedAMLO, incluso, están contradiciendo el discurso oficial de Gálvez en el cual apela a la reconciliación, a tomar en cuenta a todos, y dejar atrás el odio y la división entre mexicanos.
La historia nos ha enseñado las consecuencias del fanatismo político desenfrenado, el cual es un camino que una sociedad que aspire a ser verdaderamente liberal, sin duda, debe evitar a toda costa.