“El que no piensa en sus deberes sino cuando se lo recuerdan, no es digno
de estimación.” – Plauto.
La
historia del Partido Revolucionario Institucional (PRI) es la historia del
México post revolucionario.
Quizá
el mejor ejemplo de la construcción de un partido de Estado que controló la
vida de las y los mexicanos a su antojo, negando la posibilidad de decisión en
momentos en que otras naciones del mundo experimentaron los vaivenes de
corrientes políticas y económicas que a la postre o los transforman o los
terminaron por hundir.
Es
posible que los politólogos concuerdan que a pesar de las serias restricciones
en el pleno goce y disfrute de los derechos humanos, sociales y políticos, el
país mantuvo una estabilidad que lo alejó de las inestables corrientes
caudillistas que terminaron por imponer regímenes dictatoriales abiertamente
reconocidos.
La
simulación política que el México post revolucionario experimentó, fue
posiblemente su mayor aporte.
Una
aparente división de poderes, expresada en su Poder Ejecutivo, Legislativo y
Judicial, que recibía instrucciones dictadas abiertamente desde el epicentro
del poder –El Palacio Nacional- permitió mantener a raya la incursión
marxista-leninista que invadió Latinoamerica y la también beligerante
instrucción norteamericana.
Así
pudo gobernar por cerca de 70 años, con la llegada de la alternancia política
en el cambio de milenio, y que 12 años más tarde recuperó con la llegada de
Enrique Peña Nieto.
Pero
el abandono de las clases sociales más necesitadas, dejándolas a su suerte,
generó una honda brecha social que provocó la llegada del populismo
recalcitrante que hoy mandata.
La
promesa de dar a los pobres lo que el Gobierno no les daba, fue suficiente para
encantar los oídos de esa masa social que reclamaba la paternidad de un padre
que se negó a reconocer su liga filial.
Así
es como ahora el PRI afronta su nueva realidad, alejado de las clases sociales
que por antonomasia dijo representar, no encuentra por ningún lado esa nueva
identidad.
La
llegada de Alejandro Moreno –Alito- a su dirigencia será el parteaguas entre su
sobrevivencia o su extinción, pues los retos por afrontar mostrarán a la
sociedad en su conjunto, que papel o rol pretende jugar.
Se
esperaría que respecto al tema de la Reforma Eléctrica los priistas votaran por
hacer valer lo que su último presidente de México promovió, la apertura de la
inversión y la transición a la generación de energías limpias.
Pero
es evidente que el presidente López Obrador a través de sus representantes en
el Congreso Federal irán por los cerca de 71 votos con que el PRI cuenta, para
aprobar su iniciativa constitucional, y en esa apuesta al PRI le va su futuro,
su última carta en el póker de la política nacional.
De
igual modo, casos como el de Veracruz, en donde se analiza y discute el tema de
la Revocación de Mandato será crucial para garantizar una posible continuidad y
porqué no, volver intentar a convertirse en una fuerza competitiva.
Hoy
el PRI pasó de ser el partido hegemónico a convertirse en una fuerza política
más, ni siquiera en la segunda más importante, pues por encima se encuentran
partidos como el PVEM o MC.
El
futuro del PRI está en el aire.
En
Veracruz, el papel y trabajo desarrollado por su líder Marlon Ramírez Marín,
quien, junto a sus compañeras legisladoras locales, Anilú Ingram Vallines y
Arianna Guadalupe Ángeles Aguirre han mostrado ser una oposición pensante y
combativa.
Pero
no será suficiente si en la determinación de votar casos como el delito de
ultrajes a la autoridad lo hacen por simple conveniencia política, necesario ir
a fondo, escuchar todas las voces y garantizar ante todo los derechos de las y
los ciudadanos, por encima de caprichos gubernamentales.
Al
tiempo.
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Twitter: @LuisBaqueiro_mx