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sábado, 12 de febrero de 2022

La esperanza ha perdido el miedo


Al contemplar, con una mirada de fe, los últimos dos años que han pasado, me doy cuenta de que, sobre la marcha, el clima se tornó en penumbras y luces, las cuales nos han dejado esperanza. 

El mejor fruto que se ha obtenido en el tiempo de este camino ha sido el de los hombres y las mujeres que luchan día a día en contra de toda situación y adversidad, por ejemplo, la enfermedad, la falta de trabajo, la realidad económica, así como la inseguridad, entre otros aspectos negativos; ello, sin olvidar la experiencia de la muerte de algún ser querido, familiar o conocido. 

Hombres, mujeres, niños, familias completas y un sinfín de ciudadanos de todas las regiones de nuestro país han sostenido, con fortaleza y esperanza, los embates del cambio de una época que se ha tornado difícil; han dado muestra de heroísmo, templanza y amor sin igual. Siempre se debe recordar su ejemplo de virtud permanente, porque si se dejan de recordar todos los hechos heroicos y de caridad, la memoria se pierde y se desvanece como una pálida tinta, motivo por el cual se pone en riesgo el futuro que nos aguarda.  

Estas personas han sido testigos y la mejor prueba de que existe la autenticidad y la fidelidad en estos últimos años. Todos hemos luchado de diferentes formas y no podemos permitir que la riqueza de esta experiencia quede en el olvido; se escucha cruel, pero quiero recordar que también las grandes pruebas, los grandes desafíos y los innumerables obstáculos forjan el carácter del ser humano, sin perder la esperanza y la fe en una nueva vida. 

Hoy seguimos resistiendo. Debemos mirar hacia un mañana lleno de esperanza, el cual alienta nuestro paso en el camino, sin extraviar la esperanza. Por lo tanto, es necesario dejar oír nuestra voz y nuestro clamor, el cual confía en un mañana con nuevos horizontes. No dejaré de proclamar que “la esperanza ha perdido el miedo” y busca albergarse en los corazones de aquellos que hemos pasado por todo este umbral. “Si el hombre es dueño de la posibilidad de superar para siempre la miseria, la enfermedad y la ignorancia, ¿por qué no cruzar el umbral?”

La fuerza que me mueve a decirte que “la esperanza ha perdido el miedo” no viene de mi capacidad de elocuencia, sino de aquel que me dice ¡vive con esperanza!, porque ella ha perdido el miedo y quiere manifestarse en quien desea una vida mejor. Lo he dicho muchas veces, no me cansaré de repetir que ¡la muerte no tiene la última palabra! Esto que estamos viviendo solo es un episodio más de la vida.

Vivir con esperanza es reconocer que Dios está dentro de nosotros, que siempre nos protege, nos ayuda y nos enseña, sin importar las circunstancias con las cuales debemos lidiar. Esperar contra todo y con esperanza, es dejar que ésta pierda el miedo y, así, yo me pueda dejar abrazar por ella. 

Se puede aceptar y vivir en una esperanza fiable, gratuita, con la cual podamos afrontar nuestro presente, aunque éste sea fatigoso, si nos lleva hacia una meta. La meta es grande, tan grande, que es capaz de justificar el esfuerzo del camino. ¡El hombre no puede vivir sin esperanza! Ella ha perdido el miedo, anda en busca de aquel que la quiera abrazar. Y tú, ¿quieres abrazarla?