La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en
su artículo 21, párrafo ocho, determina que: “la seguridad pública es una
función a cargo de la Federación, el Distrito Federal, los Estados y los
Municipios, que comprende la prevención de los delitos; la investigación y
persecución para hacerla efectiva, así como la sanción de las infracciones
administrativas, en los términos de la ley, en las respectivas competencias que
esta Constitución señala”.
Dicta también nuestra Carta Magna que “la actuación de las
instituciones de seguridad pública se regirá por los principios de legalidad,
objetividad, eficiencia, profesionalismo, honradez y respeto a los derechos
humanos reconocidos en esta Constitución”
Lamentablemente los ayuntamientos, los gobiernos de los
estados ni la federación garantizan la seguridad ni mucho menos las policías
son eficientes, profesionales, honradas ni respetan las garantías individuales.
En esta ocasión he de referirme a la Guardia Nacional
División Carreteras a cuyos elementos sólo se les observa cuando están
extorsionando a algún camionero, trailero o automovilista, mientras las
carreteras de Veracruz y otras limítrofes con estados vecinos están en un
deplorable estado físico, pero sobre todo sin vigilancia y a merced de grupos
criminales que operan con absoluta impunidad.
Le voy a narrar un hecho reciente, en el que se vio
involucrado un amigo cercano y su familia, pero para salvaguardar su integridad
omitiré su nombre verdadero y lo llamaré Frank.
Son las 23:00 horas de un día domingo, de un mes reciente,
Frank había estado en Córdoba por asuntos de trabajo y como era día domingo
decidió que su familia lo acompañara. Ya iban de regreso para Xalapa y por la
hora determinó “no arriesgarse” por la libre vía Huatusco y para “ir más
seguros” optó por la autopista de cuota vía Cuitláhuac-Paso del Toro con un
costo de aproximadamente $250 pesos.
Frank y su familia viajaban en un automóvil seminuevo, en
perfectas condiciones, ya habían pasado la desviación a La Tinaja, estaban
aproximadamente en el kilómetro 70, es decir, a unos 20 kilómetros de la caseta
de cobro de Paso del Toro cuando de la nada apareció una camioneta de color
oscuro que empezó a cerrarle el paso, no iban borrachos, querían que detuviera
su marcha y entonces pisó el acelerador a fondo y se inició una persecución y
ya no era una, sino dos camionetas (al parecer negras o azul marino de doble
cabina).
Como la camioneta gris que describe el corrido de Los Tigres
del Norte, traían motor grande y arreglado, ganarles la carrera era simplemente
imposible. Entonces Frank frenó súbitamente, giró y regresó a toda velocidad en
sentido contrario, pero cuales perros de caza, las camionetas hicieron lo mismo
y cual película hollywoodense, los tres vehículos circulaban a toda velocidad
ante la mirada atónita de algunos traileros y choferes de autobuses de
pasajeros, pero ninguno hizo nada, ni siquiera lo reportaron al 911 y si lo
hicieron, entonces hay complicidad.
En el auto de Frank todo era confusión, terror, gritos de
desesperación, llanto, pánico e incertidumbre, hasta que les cerraron el paso y
no pudieron avanzar más, entonces bajaron de las camionetas al menos ocho
hombres con armas largas, los bajaron del auto, los encañonaron, golpearon a
Frank, a su esposa y a sus pequeños hijos, los delincuentes estaban furiosos y
no repararon en edades, sexo ni culpabilidades, arrasaron parejo. Los querían
subir a las camionetas, pero por alguna razón desistieron, se subieron a las
camionetas, uno de ellos abordó el automóvil de Frank y huyeron rumbo a la
caseta de Paso del Toro.
Despojaron a la familia de teléfonos celulares, cartera,
bolsos, identificaciones y los dejaron tirados pecho tierra sobre la cinta
asfáltica con la amenaza de que si alzaban la mirada les iban a disparar. Los
minutos pasaron y nadie se detuvo a prestarles ayuda y allí estuvieron en medio
de la noche, incomunicados hasta que un alma piadosa les facilitó un teléfono
para llamar a su familia, quienes horas más tarde llegaron a recogerlos.
Es un hecho notorio y público que las policías en Veracruz y
ahora también la Guardia Nacional División Carreteras se encuentra actualmente,
en una situación deplorable tanto de imagen como de resultados.
¿Está en crisis la institución policial encargada de brindar
seguridad en las carreteras? No es pregunta.
Existen en el estado tramos carreteros sumamente peligrosos,
circularlos de día y peor de noche es, sin ánimo de exagerar, buscar la muerte.
Ejemplos sobran: el tramo de la Tinaja-Tierra Blanca-Tres Valles, el
libramiento Paso del Toro-Tamaca-San Julián, la autopista La Tinaja-Paso del
Toro, así como el tramo de Córdoba-Esperanza-Puebla, el de Paso del Toro a
Alvarado; el de Santa Cruz-Cosamaloapan-Tlacojalpan, el de San Andrés Tuxtla a
Ángel R. Cabada, el de Totutla-Xalapa, el de Atzalan-Tlapacoyan, María de la
Torre-San Andrés, Tantoyuca-Pánuco, Naranjos-Ozuluama-Tampico Alto-Pueblo
Viejo, Naranjos-Citlaltepetl, San Sebastián-Chicontepec, La Guadalupe-Gutiérrez
Zamora, entre otros.
Yo en lo personal viajo por todo el estado y hay algunos
tramos de hasta 100 kilómetros y no se observa ninguna patrulla de la Guardia
Nacional División Carreteras y entonces surge ya no la interrogante, sino la
afirmación de que esa policía sirve para un carajo, está infiltrada por grupos
del crimen organizado y particularmente con las bandas de robacoches y
asaltantes de la carretera, organizaciones criminales que se han fortalecido
con la omisión y cooperación de quienes cobran supuestamente para protegernos a
los ciudadanos.
Los cárteles son impenetrables porque tienen apoyo e
información de inteligencia que les permite descubrir a los agentes encubiertos
con trágicas
consecuencias para éstos. Aún no se olvida cuando en un
restaurante de Cardel, a plena luz del día acribillaron al comandante de la
Federal de Caminos y a otro elemento.
Las redes de información que poseen, a veces de la propia
policía y organismos de seguridad, les permiten actuar con la mayor impunidad y
tranquilidad.
Por el contrario, la mayoría de las corporaciones policiales
han estado y están infiltradas por el crimen organizado, como se ha podido
establecer en las innumerables detenciones de funcionarios policiales
federales, estatales y principalmente municipales. Nadie se atreve a señalarlo,
pero las complicidades están a la orden del día y lo grave es que nadie haga
nada para enfrentar esta delicada situación que cobra mayor fuerza y muchas
vidas de inocentes que llegan a osar resistirse a un atraco en las carreteras
¿Y las organizaciones de transportistas, les falta valor o de plano les vale?
Información, comentarios y sugerencias a rvalerdeg@gmail.com