Adalberto Tejeda-Martínez
Vivimos entre la vorágine tecnológica y el sedentarismo; un
viajero pensante resulta casi impensable, y menos en estos días de encierro.
Antonio de Ulloa (Sevilla, 1716-Cádiz, 1795) a los trece años pisó por primera
vez tierra americana en Cartagena de Indias. Cuando tenía 19 descubrió en
Popayán un elemento químico, el platino, cuando se dirigía al reino de Quito
para comprobar que la Tierra es «un elipsoide elevado en el ecuador y depreso
hacia los polos».
Su último viaje a
América lo hizo a los sesenta años al frente de la flota de Indias: dos buques
de guerra con 64 cañones, quince buques mercantes y más de mil marinos. Ya era
miembro de la Royal Society del Reino Unido y de la Academia Sueca. También
había sido gobernador de Huancavelica, Perú (1758-1763) y de la Luisiana
Meridional y Florida (1765-1766).
Ulloa partió de
Cádiz el 8 de mayo de 1776 y entró a Veracruz el 25 de julio. El viaje inverso
inició el 16 de enero de 1778 y concluyó el 29 de julio. El 24 de junio Ulloa
observó y midió un eclipse de Sol en alta mar.
En dos años en la
Nueva España, Ulloa dirigió catorce levantamientos hidrográficos de las costas
de Veracruz a Tampico. Con el virrey Bucareli buscó el apoyo de las alcaldías
mayores y obispados para aplicar unos cuestionarios, pero fueron pocos los que
recabaron la información sobre el territorio, los núcleos urbanos, el clima,
los accidentes geográficos, la minería, etcétera, de la Nueva España.
La «Descripción
geográfico-física de una parte de la Nueva España» contiene posiciones geográficas,
mediciones de temperatura ambiente y presión atmosférica, descripciones de los
fenómenos atmosféricos más comunes, trazas urbanas y poblaciones como El
Lencero, Xalapa, Perote, Alvarado, Coatzacoalcos, Córdoba, Cempoala y Orizaba.
Al chipi-chipi de Xalapa le llamó la «salud del pueblo», y en un legajo suelto
se ocupó de una epidemia de tercianas que azotó al puerto de Veracruz entre
septiembre y octubre de 1777, así como del terremoto de “la noche del 9 al 10
(de septiembre) a las doce y cuarto.” A
su muerte a los 79 años de edad, don Antonio de Ulloa dejó un legado de más de
70 escritos, entre inéditos y publicados, que lo mismo versan sobre
observaciones astronómicas, métodos para la limpieza de las calles de Madrid,
historia de las pirámides de Quito, edificación de astilleros o la crítica a un
falso hallazgo de la cuadratura del círculo. Fue sin duda uno de los grandes
viajeros que cruzó el territorio veracruzano en el siglo de las Luces.