El municipio de Paraíso, Tabasco, también se ha afectado por
estas inundaciones catastróficas. Ahí se construye la nueva refinería, que la
Secretaria de Energía asegura es invulnerable. No es fácil creerle. La
refinería, tarde o temprano, será víctima de la elevación del mar por el cambio
climático al que ella misma contribuirá con sus emisiones de gases de efecto
invernadero.
Lo elemental es
reconocer que Tabasco es un estado inundable. En 2007 por estas fechas se anegó
el 80% de su territorio y así se mantuvo durante casi un mes. El 40% del estado
es susceptible a inundaciones frecuentes, según el Plan de Acción Climática
estatal de 2011 (disponible en la Web). La costa va en retroceso a más de un
metro por año por efectos del cambio climático, lo que dificulta cada vez más
la desembocadura de la majestuosa pareja Grijalva-Usumacinta en el delta de los
Pantanos de Centla, y propicia las inundaciones de tierras bajas. En pocas
palabras, el Edén no sólo está anegado ahora, sino que año tras año se seguirá anegando,
a veces más, como hoy y hace trece años, y a veces menos.
El año 2007 fue el
más desastroso para Tabasco en medio siglo. Tormentas tropicales combinadas con
frentes fríos dejaron una lluvia de mil 200 litros por metro cuadrado en una
semana (en Xalapa, por ejemplo, llueven mil 500 al año), y la Comisión Federal
de Electricidad tuvo que desfogar la presa Peñitas, ubicada tierras arriba, en
el tramo chiapaneco del cauce del Grijalva. Las pérdidas estatales ascendieron
a 50 mil millones de pesos; siete mil quinientos tuvieron que pagar las
aseguradoras para resarcir múltiples daños, incluidos 23 mil vehículos
siniestrados.
Hoy la historia se
repite. Se rompió el récord de lluvias en un día, con 450 litros por metro
cuadrado el pasado 30 de octubre. Habrá que esperar varias semanas para conocer
las cifras de este desastre. Por el momento, no se resiste la tentación de
voltear los ojos a Dos Bocas, el puerto petrolero en el que se construye la
refinería del sexenio, cuya inversión hasta hace un mes según el director de
Pemex, era de 900 millones de dólares, el 9% del costo total estimado. Será
para los tiempos en que el mundo —más con Trump fuera de la Casa Blanca—
volteará cada vez más a las energías alternativas; una refinería costosísima
que tendrá que lidiar con las inundaciones y el aumento del nivel del mar, que
probablemente en el resto del siglo alcance un metro, precisamente la elevación
de los terrenos donde se asienta.
A la condición de
estado casi plano, fangoso y deltaico, Tabasco agregó en décadas pasadas el
atractivo económico del boom petrolero. A la inmigración masiva se sucedieron
asentamientos irregulares, desarrollos urbanos sobre el pantano, deforestación
tierras arriba que facilitan los escurrimientos rápidos. La nueva refinería repetirá
el fenómeno. La preocupación de las autoridades energéticas es salvarla,
hacerla un islote al costo financiero y ecológico que sea; que cada vez más se
inunde el resto del paraíso tabasqueño no es relevante.