Es la misma retahíla siempre, en este Mundial nos pondremos la Verde y otra vez le haremos el caldo gordo a las televisoras nacionales porque nos vamos a volcar a ver los partidos de México contra Polonia, contra Argentina (contra Messi,
¡ay!) y contra Arabia Saudita.
En esta ocasión les está costando algo de trabajo a los directivos de la Federación y a los locutores deportivos convencer al respetable de que traemos un buen equipo, porque han sido cuatro años de soportar las veleidades del Tata Martino, un técnico argentino que fue contratado para hacer patente que nuestro futbol profesional no es más que una sucursal de segunda del futbol argentino, de donde nos mandan sus jugadores que no tienen la categoría para estar en Europa. Como si no hubiera entrenadores de primera en nuestro país, como Víctor Manuel Vucetich, el Rey Midas.
Por eso tal vez desde ayer en Televisa y TV Azteca están festinando como si hubiéramos ganado la Copa Mundial los cuatro goles que le propinó la selección (“nuestros muchachos”, dicen) a un muy modesto conjunto iraquí.
¡Pero esta vez no!
En lo personal, tomé la decisión de no ver los partidos de México en el Mundial de Catar, aunque sé que me voy a perder la magia de Messi.
Así que no voy a padecer y a sentir pena ajena como sí lo harán los connacionales que verán, vestidos con la camiseta nacional, el juego contra Polonia el 22 de noviembre a las 10 de la mañana, el juego de Argentina el 26 a la 1 pm y la confrontación final contra Arabia Saudita el 30 a la misma hora del anterior.
Ya sabemos que el torneo mundialista está diseñado para que todos los equipos tengan la posibilidad de calificar hasta el último juego de la fase de grupos. Así que contra los árabes seguramente la nación estará levantada en la esperanza de que si hacemos un buen partido podremos evitar la eliminación.
Pero yo no voy a caer en esa tentación.
Así que pienso que pasaré muy campante los últimos días del mes de noviembre, celebrando lo que sí debo celebrar en familia y olvidándome de las promesas incumplidas del Pe… perdón, de los directivos de nuestro futbol profesional.
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