Las noticias de Veracruz en Internet

lunes, 20 de diciembre de 2021

La prudencia vs la insensatez


La gran señora prudencia es esa virtud delicada y a la vez robusta que se encuentra dentro de uno mismo, porque ella nos permite pensar para distinguir lo que está bien de lo que está mal y, así, evitar los riesgos posibles al actuar, así como ser capaces de modificar nuestra conducta para no caer en riesgos cuando sea oportuno.

Estar alertas para que los vicios y las preocupaciones de la vida no entorpezcan la mente es una acción que implica ser prudentes, respetar la vida y la libertad de los demás; es por ello que la señora prudencia nos invita a seguir sus pasos para orientarnos a la acción. Pongamos un ejemplo:

Un corazón purificado de todo “mal deseo” busca tomar las mejores decisiones; este deseo se extiende hasta abarcar los mínimos detalles, incluso en el deseo del bienestar hacia sus enemigos para que no hagan el mal: un corazón purificado se halla lleno de amor.

Se dice que hubo dos hombres: el primero edificó su casa sobre roca y el segundo, sobre arena. El que edificó su casa sobre buenos cimientos, sobre “roca”, en el momento en el cual vinieron los torrentes y se desataron las lluvias, dieron con aquella casa, pero no se cayó. Sin embargo, la casa del que edificó sobre la arena fue arrasada completamente por la creciente y los vientos; no quedó nada de ella.

Estas obras, las mejores decisiones, constituyen los cimientos de la casa que resiste las tempestades y los huracanes de la vida; así, la prudencia es uno de los cimientos que sostiene dicha edificación, porque la ruina del hombre imprudente es la que ha conducido a la catástrofe.

Contrariamente a la señora prudencia, se encuentra doña insensatez. Ella se demuestra en el hombre que pretendió construir su casa sobre arena y demostró su falta de juicio e inmadurez, al no actuar acorde con la realidad y necesidad que se reclama. La insensatez actúa sin reflexión ni cordura, cuando realizamos acciones irracionales o ilógicas, incluso, poniendo en riesgo la vida propia y la de otras personas.

Por lo contrario, el hombre prudente es un educador nato, traza reglas, modera sus deseos, trabaja con humildad, ponderación y mesura. La lealtad es su distintivo en su lenguaje y espera siempre el momento propicio para hablar; en el ámbito social inspira confianza, es respetuoso de la justicia y recurre eternamente a la reflexión, pero su inspiración profunda proviene de algo más alto que la experiencia.

El camino de la virtud de la prudencia; ésta se traza como hábito cuya adquisición perfecciona al hombre siendo el camino por el cual hallará una parte de su desarrollo personal.

La prudencia implica una rectitud moral, por lo cual es necesario esforzarse para adoptarla en nuestra vida, ello implica que, al obrar, se actúe con amor, porque todas las virtudes están al servicio del amor; si no fuera así, la casa corre el riesgo de convertirse en un “elefante blanco”, “cosa que cuesta mucho mantener y cuya utilidad es escasa o nula”, engordando el ego de nuestro ser.

El hombre está dotado de una naturaleza tal, que ha sido puesto en la Tierra para que, viviendo en sociedad, bajo una autoridad ordenada, éste cultive, desarrolle plenamente sus facultades y cumpla fielmente los deberes de su profesión o de su vocación, sea cual fuere, para, al final, lograr la felicidad temporal que más tarde será eterna. Un cimiento importante para todo ello es la prudencia, la cual pocos cultivan y que estamos invitados a desarrollar, siempre y cuando sea acompañada por el amor.