El primer paso para la reconciliación del país es reconocer la victoria de los contrincantes con humildad. No es una tarea fácil, pero debemos tomar en cuenta que la dinámica de los cambios políticos en México es muy intensa. Habrá que dar impulso a los cambios para evolucionar, y en este proceso la armonía de la población mexicana tendría que ser la prioridad.
Si alguna parte de los involucrados en la competencia electoral no cree merecer la derrota, y el tiempo termina por diluir el descontento, el resentimiento se convierte en diferencia irreversible que arroja enemistades y no competencia sana.
Desde el inicio del actual sexenio se les adjudicó a todos en el país la causa de la polarización social en México, una lucha entre pobres y ricos, entre chairos y fifís, entre buenos y malos. A los pobres no lo creó la Cuarta Transformación, de no ganar las elecciones Morena en 2018, en este momento habría más pobres; sin embargo, se detuvo el crecimiento de estas condiciones en muchos mexicanos y se sacó de la pobreza a cinco millones que, por lo menos, tienen para lo más vital.
La pobreza no es sólo problema de los miserables o del gobierno, sino de todo el país. El día que entendamos que la pobreza nos afecta a todos, ese día podrá encaminarse la sociedad a la reconciliación, y esto depende solamente de cambiar de actitud.
En el momento en que se reconozca a la pobreza como el enemigo a vencer y no el que piensa distinto, el país será mejor; esto puede suceder mañana o esperar un siglo, depende de cada uno de los mexicanos. El inicio de sexenio es un buen principio para cambiar la realidad a partir de transformaciones internas, vernos por fin como hermanos, sin necesidad de desastres ni de peligros comunes. La preferencia partidista es sólo cuestión de conciencia.
La pobreza tiene en la manera de conducirse sus diferencias, porque hay gente tan pobre que no tiene más que dinero, desconoce que hay valores que no pueden comprarse con dinero. Hay pobres ricos en sencillez y humildad, que son valores que deben poseer todos los seres humanos, pero son desdeñados para mostrar superioridad. La pobreza y la riqueza son relativas en México, sólo la conciencia sobre la visión de la realidad que es la misma para todos nos une.
Nadie duda que hubo personas, incluso gremios, culpables de la polarización; ahí están, saben su responsabilidad en ese juego perverso de las diferencias que empiezan con la discriminación y el clasismo y terminan con la agresión, incluso con el asesinato.
En la auténtica democracia no hay vencedores ni triunfadores sino un logro claro de la voluntad popular que se expresa mayoritariamente. Nadie es menos ni más por perder o ganar, sino que en la hermandad y en el gobierno debe haber espacios compartidos para gobernar todos juntos con la idea de una democracia madura, que deje atrás los insultos, los disfraces, las manipulaciones, los montajes, y todo lo que no era legal en esta gran guerra sucia que caracterizó a nuestra política por muchos años.
México tiene grandes y graves problemas que afectan a todos y sólo trabajando juntos pueden resolverse. Hay mucho trabajo por delante como para perder el tiempo y la energía en viejos pleitos que deberían quedar atrás en nombre del progreso y la calidad de vida de los mexicanos.
Desde luego que reconocer la derrota lleva un tiempo, la democracia tiene si propio reloj y su calendario particular. Hay recuentos, pero no cuentos en los votos, revisiones más allá de las consignas.
Desde lego que en la autocrítica habrá una revisión para darle mayor importancia a la memoria y al perdón, no al olvido, pero sí a la reconciliación. Si hay un empresario tramposo debe pagar impuestos, de otra manera su riqueza será mal habida.
Si un obrero destaca por su precisión en el trabajo, debe ser reconocido por el empresario, también si un inversionista ofrece a sus trabajadores beneficios que acorten las diferencias sociales debe tener estímulos reales, incluso fiscales. Pero ya no más el rico que se sentía superior por el simple hecho de acumular dinero y que nunca pagó impuestos o pagaba lo que le venía en gana.
Un elemento fundamental de la reconciliación es impedir que la impunidad prevalezca sobre la futura armonía, porque al no haber castigo legal para los delitos cometidos, la polarización enciende la ira de las víctimas e invita a los delincuentes a continuar por ese camino, donde su libertad afecta a la de otros.
El pueblo no por ser rico o pobre deja de ser sabio, y esto se demostró en las pasadas elecciones, no importaron las recomendaciones de curas que utilizaban el púlpito como tribuna política, ni los medios que utilizaban la palabra para engañar, ni los intelectuales que escribían libros para convencer que todo estaba bien. La conciencia del pueblo sabio imperó por sobre todas las malas intenciones y venció, por fin, la voluntad de la mayoría por amplio margen, y esa diferencia nos habla de unidad, de tranquilidad social, de reconciliación.
Porque cuando hay elecciones reñidas el encono y la duda prevalecen en el ambiente social, ahora, fuera de dudas y titubeos en el destino de los sufragios, señala el mejor momento para la unidad. La armonía de todos los mexicanos es ahora o nunca.
PEGA Y CORRE. – En el recuento final de votos, a Morena y aliados les falta un diputado para alcanzar la mayoría calificada, se enuncia para el 28 de agosto una serie de desbandadas de otros partidos hacia Morena en la cámara de diputados, incluso algunos de ellos querían cambiar de bando desde ahora. El INE les pidió esperar…