Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
Antes de reaparecer en el lugar de sus éxitos, el
Palacio Nacional, Andrés Manuel López Obrador recibió miles de mensajes
deseándole pronta recuperación, pero a la par, hubo también miles donde le deseaban
lo peor. De estos, dos destacaron por su sevicia y mala leche.
El primero fue de un cardiólogo llamado Diego Araiza que
escribió en un tuit: “En una de esas le da una TV… y nos libramos de algunos
años de mañaneras”. En el argot medico la TV es una Taquicardia Ventricular o trastorno
del ritmo cardíaco. Pero también puede interpretarse como una Trombosis Venosa.
La respuesta para el mentecato en las redes fue demoledora,
al grado que la Asociación Europea de Cardiología lo echó de sus filas. El otro
mensaje fue una fake news donde decían que como consecuencia de una embolia Andrés
Manuel tenía medio cuerpo paralizado y había perdido el habla.
Quizá por eso (y porque tanto Olga Sánchez Cordero
como Hugo López-Gatell confundieron en lugar de aclarar sobre su salud), el
Presidente se levantó de su lecho de enfermo para enviar un mensaje donde
aparte de calmar rumores, anduvo esparciendo el virus por los salones de
Palacio Nacional y mintiendo como es su costumbre.
“Estamos procurando que continúe la misma estrategia que
consiste desde el principio en que a nadie le falte una cama. Y que no falten
médicos, enfermeras, equipos; que no falten los medicamentos en los hospitales
Covid. Que se atienda a todos”, dijo.
Pero la realidad es que falta de todo. Y eso lo sabe
la OMS, los médicos que están en la primera línea de combate y que a un año del
primer contagio siguen protestando por la falta de insumos. Lo saben las
asociaciones médicas internacionales que tienen a México en los últimos lugares
en el trato a la pandemia. Lo sabe todo mundo menos López Obrador.
Se erizan los vellos del espinazo al escucharlo decir
que continuará con la misma estrategia porque eso quiere decir que López-Gatell
seguirá manejando la pandemia a su antojo.
Y ante la realidad una frase ignara. “Afortunadamente
no nos han rebasado las circunstancias”.
¿Con qué cara dice eso cuando somos el tercer país en
el mundo con más muertes y contagios? ¿Cómo afirma tamaña sandez cuando somos
el número uno con más personal médico muerto por la pandemia? ¿Acaso no ha oído
hablar de las miles de personas que a diario hacen cola horas y horas o tienen
que peregrinar en busca de oxígeno porque ni con eso ha sido capaz de apoyar?
De acuerdo a las cifras oficiales, hasta anoche había
1 millón 864 mil 260 contagiados y 158 mil 536 muertos. ¿Cuántos muertos y contagiados
necesita el Presidente para aceptar que las “circunstancias” ya rebasaron a su
gobierno?
Las vacunas son su falacia más descarnada. Dijo que
está resolviendo lo del acopio, que Vladimir Putin le ofreció enviarnos un
stock que no tarda en llegar. ¿Cuándo? “Ya, en unos días más. Yo creo que al
final de la semana que viene”. ¿Cuántas dosis? “Serán 870 mil dosis”. Lejos,
lejísimos, en las antípodas de las 24 millones de vacunas que prometió el mismo
Putin (según López Obrador) el 24 de enero.
Dijo que AstraZeneca enviará otras 870 mil y Pfizer se
comprometió adelantar las entregas. ¿De cuántas vacunas? Ahí sí quién sabe.
“Pero la ONU nos ha garantizado que para febrero vamos a contar con un millón
800 mil dosis”.
Uta qué bien. Si sus palabras son ciertas, en números
cerrados tendremos 2 millones de vacunas que se agregarán a las 766 mil 350 que
llegaron entre diciembre y enero. Pero faltarán al menos 120 millones para vacunar
a los adolescentes y adultos del país.
Esas ¿cuándo van a llegar?
Y a propósito de vacunas, Andrés Manuel debe aclarar
cuánto dinero se gastó en ellas. El hecho de que su gobierno reserve por cinco
años información sobre los acuerdos y contratos suscritos con AstraZeneca,
Pfizer y CanSino para la obtención de vacunas huele a una cochina marranada.
Pero ahí no para su opacidad en el manejo de recursos públicos
de los que dispone como si fuera un virrey.
El Tec de Monterrey y México Evalúa, dieron a conocer que
el año anterior manejó a su antojo 50 mil 822 millones de pesos que etiquetó
como “gastos varios” sin reportar en qué se gastaron. Y en 2019 hizo lo mismo
con 24 mil 131 millones de pesos. Muy por encima de los “gastos varios” que
tuvo Peña Nieto en 2017 (61.3 millones) y en 2018 (152.4 millones).
Y eso nomás para empezar. Porque nadie sabe qué ha
pasado con el dinero de los fideicomisos, ni con 120 mil millones de pesos que
se evaporaron (parte del dinero que dejaron en caja los ladrones de cuello
blanco del sexenio anterior), ni con los subejercicios de los gobiernos de
Morena y un largo etcétera.
Qué bueno que el Presidente reapareció. Pero qué malo
que siga mintiendo y ocultando información con tan cínica y petulante desfachatez.
Alguien debería decirle que así se reelija no será
eterno y más temprano que tarde tendrá que responder por tan ominoso abuso de
poder.