·
En
Zacamixtle la noche parece día, nadie duerme
·
Sin
descanso, aquel poblado brillaba de día y noche
·
Hacia
1935 se convirtió en un pueblo fantasma como en el oeste
Por Miguel Angel Cristiani
Gonzalez
En esta
tercera y última parte de la historia de la explotación petrolera en el poblado
de Zacamixtle en el norte de Veracruz, el ingeniero Alfredo Aguilar Rodríguez
nos narra como se vivió el auge y luego el abandono, de la que alguna vez fuera
llamada como Las Vegas de la Huasteca Veracruzana.
La
fisonomía del Zacamixtle de aquellos años, a principios del siglo pasado, la
componen gran cantidad de cabarets, cantinas y garitos, pueden contarse por más
de un centenar, casi hay uno por cada torre en donde perforan un pozo y una
cosa sí es segura; aquí hay más de 50 mil habitantes, que entran al pueblo por
la calle que se llama ahora Calle Colón, sobre la que existían más casas de
mala nota y tabernas, que chozas para habitar, que se han abierto 3 calles
nuevas que están repletas de mujeres galantes que andan por todos lados, que se
reciben hasta 50 dólares de propina por cuidar una carreta y que cada hombre
tiene su sitio de diversión.
Todo
mundo anda a caballo y el dólar está a la par. Parece un pueblo del oeste
norteamericano. En Zacamixtle la noche parece día, nadie duerme. No duermen los
trabajadores de las compañías, que están en actividad las 24 horas como si
jugasen carreras para ver quien hace brotar el primer pozo y no duermen los
salones de baile con billares, donde se puede jugar pool y bailar con mujeres
guapas y música de orquestas de negros que trabajan noche y día. No descansan
las tabernas ni la jugada de dados y ruleta en los garitos de chinos o tahúres
de árabes que prefieren la baraja.
Los
cabarets ni nombre tienen, como tampoco tienen las fondas ni las cantinas. Hay
baños públicos y hoteluchos de madera que funcionan con barriles de petróleo
improvisados como regaderas, o algunas gentes se bañan al pie de los pozos a la
vista de todos. Por el calor las prostitutas andan por dondequiera en paños
menores, aunque hay unas verdaderamente hermosas que no salen de los casinos.
Aquí debe haber por lo menos 2,000 mujeres de todos los rumbos del país.
Los barrenderos
de los lupanares recogen todas las mañanas al hacer la limpieza una buena
cantidad de dinero americano que queda tirado en el suelo de las orgías
nocturnas, hay hasta billetes de 20 dólares, y monedas mexicanas de oro de 5 y
10 pesos. Ha llegado mucha gente de Jalisco y Guanajuato, que usa jorongo y por
debajo traen machete. Por eso casi no hay día en que no aparezcan destripados
tipos a media calle. Todo se vale, no hay policía. Sólo algunas compañías
tienen guardias blancas armadas.
Zacamixtle
era una ciudad cosmopolita, lo mismo había gringos que ingleses, alemanes,
chinos, árabes, holandeses, japoneses, canadienses, etc. Además de vicio y
diversión, también había negocios que proveían a la población flotante de todo
lo necesario para subsistir, sobre todo que esos pobladores contaban con
recursos económicos suficientes para pagar alimentos, ropa y enseres caros y de
buena calidad.
Y bueno,
todo esto se acabó. La producción petrolera de este campo decreció por la
brutal e irracional explotación. El principio del fin de Zacamixtle inicio con
un gran zafarrancho, ocurrido en 1929, cuando 50 familias se enlutaron, por
causa de un hecho político. Este cobarde suceso, al que no se le ve ninguna
justificación racional (?), coincidió con unas votaciones para elegir
presidente municipal. Contendieron, por un lado, un norteño avecindado en
Zacamixtle, el Dr. Cantú, y por el otro el Sr. Donato de la Vega Álvarez,
hombre ilustre de la localidad. El Dr. Cantú gano, y eso no gusto a los
perdedores. Estos se organizaron y en la mañana de la festividad del día de
muertos en el tianguis de Zacamixtle, un grupo bien organizado se dio a la
tarea de cazar a sus oponentes políticos, incluyendo el candidato ganador,
autoridades ya nombradas, policías, etc., además de incendiar todo lo que se
encontraban a su paso. El resultad 54 muertos, 27 de cada bando, y un número no
determinado de heridos. Como consecuencia de este acto, el Gobierno Estatal
ordeno la mudanza de las oficinas municipales de Zacamixtle.
La gente
comenzó a migrar a otros rumbos luego de este hecho. Posterior a estos sucesos,
vino la expropiación petrolera, este campo decreció en su producción, los
trabajadores se incorporaron a PEMEX, o fueron movilizados a otros campos.
Algunas
razones por las cuales aquel poblado que brillaba de día y noche, aquel que no
dormía, la llamada Las Vegas de la Huasteca, y que de repente desapareció
fueron: todas las construcciones eran provisionales, las autoridades locales
que recibían dinero de las empresas petroleras para mejoras del pueblo lo
recibían a la mano y ellos lo aprovechaban en su beneficio, y razones políticas
que dieron preferencia a candidatos de Tancoco para ostentar el poder, como ya
se describió.
Así,
Zacamixtle hacia 1935 se convirtió en un pueblo fantasma, como aquellos que se
ven en las películas del oeste americano, donde se oía el golpeteo de las
puertas y ventanas de las casas abandonadas por sus habitantes, y que eran
azotadas por el viento. Hoy Zacamixtle esta como se describe al principio del
texto, y ya nadie se acuerda de su gran fama. ¿Así pasara con las nuevas
ciudades petroleras de México.?
Contáctanos
en Facebook: Miguel Ángel Cristiani G.
En
Twitter: @bitacoraveracru
Página
web: www.bitacorapolitica.com.mx