Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
Hay dos fotos que pintan de cuerpo entero al vividor
Antonio Luna Andrade. En la primera aparece con Javier Duarte al que obsequió
una camisa del Movimiento Cardenista que el gordo luce con orgullo. En la
segunda se le ve levantando el brazo a Miguel Ángel Yunes Márquez.
Al primero le sacó lo que quiso, no para los pobres que
desplazaba a sus jacarandosos mítines con recursos del erario, sino para su
bolsillo.
Al segundo no alcanzó a sacarle nada porque perdió la
gubernatura.
Antonio Luna comenzó su carrera en el azaroso mundo de
la política cuando le birló a su padre, Antonio Luna Gutiérrez, el nombramiento
de diputado plurinominal por el Partido Acción Nacional. Luego se fue al
Partido Demócrata Mexicano y como no vio claro con las ganancias, se unió al
Partido Cardenista de Rafael Aguilar Talamantes quien le enseñó el arte de movilizar
incautos.
Cuando le quitaron el registro a ese partido, Fidel
Herrera lo ayudó a registrarlo como partido estatal a cambio de que apoyara a
Javier Duarte.
Luna Andrade se jactó de haberle dado a Javier casi
300 mil votos, cosa que nunca fue cierta. Pero en retribución, Duarte lo
compensó con programas asistenciales y lo forró de billetes.
De esas prebendas Antonio daba una piscacha a sus
segundos y se quedaba con la tajada de león. A la tropa la llenó de promesas, aunque
algunos afortunados recibieron lotecitos para levantar sus viviendas. En
contrapunto, los más fregados se contentaban con láminas y despensas a las que
también les sacó jugo el vividor.
Y es que en agradecimiento, cada beneficiario tenía
que acompañarlo a los mítines. Y aparte, tenían que mocharse con las
innumerables cuotas que también iban a los bolsillos de Antonio.
Es decir, la explotación del jodido en una de sus
tantas expresiones.
A diferencia de Amadeo Flores Espinosa; de los
taxistas, de líderes sindicales y ex duartistas a los que Yunes Linares
chantajeó y amenazó para que apoyaran a su hijo a llegar a la gubernatura, con
Antonio Luna no tuvo que batallar. El moscardón mantenido llegó solito al redil
cuando se dio cuenta que el PRI ya no daba para más.
Bastó una charla con un emisario del gobernador y la
promesa de un futuro mejor, para que Luna Andrade y sus huestes anunciaran su
“apoyo incondicional” a la candidatura de Yunes Márquez.
“Previo consenso, previo análisis de las propuestas,
lo identificamos a usted como esa persona que hace falta como gobernador en
Veracruz para que presida un gobierno que procure vida digna a todos los
ciudadanos. Dios no podía permitir más castigo para sus hijos; tenemos en usted
a un gran candidato…” dijo el vividor, segundos antes de levantarle el brazo al
hijo del gobernador.
Luna prometió 100 mil votos al panista lo cual era una
barbaridad, pero Yunes Márquez sabía que en una elección que se presagiaba apretada,
los votos que lograra juntarle este sujeto serían bienvenidos.
El domingo 1 de julio Yunes perdió y con él Antonio
Luna.
En los corrillos políticos se comenta que mediante un propio
trata de ofrecerle “sus servicios” al gobernador electo Cuitláhuac García, pero
hasta el momento le han dado con la puerta en las narices.
¿Qué puede ofrecer un tipo de su calaña a un gobierno
de izquierda? ¿Movilizaciones, acarreos, marchas y plantones pagados? Nada de
eso necesitará Cuitláhuac en los seis años por venir.
Incierto futuro el que tiene frente a
sus ojos este auténtico mantenido del erario que a pesar de su dilatada edad,
en una de esas hasta tendrá que ponerse a trabajar para sobrevivir.
Eso sí, lo bailado nadie se lo quita
a Antonio Luna Andrade. Y es que mientras pudo medrar, este vividor le salió
carísimo al erario veracruzano.