*Veracruz, ruta clave de circunnavegación
*soberbia fortaleza ante ataque de piratas
*soldados y aventureros, primeros pobladores
-I-
Por Irene Arceo.
Las rutas oceánicas de circunnavegación usadas por el imperio español pasaban por el puerto de San Juan de Ulúa y por Veracruz. El recorrido comprendía: Sevilla, Cádiz, Habana, Veracruz, Xalapa, Córdoba, Orizaba, Acapulco, Filipinas.
Antiguas investigaciones señalan que cuando Hernán Cortés fundó la Villa Rica de la Vera Cruz, en el siglo XVI, buscó contar con una buena artillería y empalizada defensiva donde pudieran atracar las naves procedentes de la península ibérica, de ahí nació esa primitiva y a la vez soberbia fortaleza que custodia el puerto de San Juan de Ulúa.
En 1525, San Juan de Ulúa era la llave de la Nueva España, la más rica y extensa de las posesiones ultramarinas de Carlos V. Cuando don Antonio de Mendoza llegó a la Vera Cruz, encontró una torre de mampostería que le recordó los torreones militares de León y Castilla durante los siglos de la reconquista contra los árabes. El torreón de Ulúa que apenas sobrepasaba la altura de un hombre, erigido como un muelle, servía de atalaya y para avistary señorear naves que se acercaban al puerto.
Poco antes de abandonar su virreinato don Antonio de Mendoza amplió la defensa de la llamada “Torre Vieja” con la construcción de un revellín artillado con cañones para hacer fuego desde lo alto.
El nuevo virrey Luis de Velazco erigió en tierra firme y frente al puerto de San Juan de Ulúa varias casas para custodiar los efectos que llegaban de Europa, pero sobre todo la abundante plata que comenzaba a salir de México hacia España, procedente de las reales minas de la Mesa Central.
Ya entonces, el alcalde de Veracruz don García de Escalante, estaba alarmado por la inseguridad de la zona, pues temía por piratas y corsarios como John Hawkins, Lorenzillo y Francis Drake, que robaban los tesoros que estaba destinados para enviarse al monarca.
Tras la unificación política de España y su enorme auge con la consolidación del descubrimiento de América, surgieron las ambiciones de otros países europeos deseosos de ganar tierras en la desconocida inmensidad del continente recientemente descubierto. Holanda, Francia e Inglaterra iniciaron y propiciaron sabotajes y ataques de las comunicaciones y puertos españoles en América, mediante la socorrida y temida piratería.
El 13 de mayo de 1524 llegaron al puerto de San Juan de Ulúa los docefranciscanos que habían de proseguir la evangelización misional de la Nueva España, entre ellos, venía Toribio de Benavente y Fray Pedro de Gante, ambos, monjes de la orden fundada por el seráfico de Asis.
Dos tipos de hombres poblaron Ulúa y Veracruz: soldados y aventureros incultos y codiciosos que avanzaban a filo de espada; y los franciscanos con la cruz en la mano que enseñaban la lengua española y emprendían la labor de coloniaje hispánico sobre nuestras tierras.
Por el año 1568, después de sufrir el atroz ataque del pirata inglés John Hawkins (1532-1595), una nueva torre comenzó a construirse al otro extremo de lo que ya había en la fortaleza de San Juan de Ulúa. Las torres se ligaron con un fuerte y grueso muro que serviría de protección a las naves de los peligrosos vientos del norte, facilitando su amarre o anclaje.
El tiempo permitió que se conociera esta área como “El Muro de las Argollas” que es la parte frontal de la gran fortaleza.
Para la construcción de la obra realizada por esclavos negros, se utilizó cantera traída de España y piedra múcara o madrepórica, que abundaba en Ulúa.
Fray Alonso Ponce que estuvo en Ulúa en 1584 describe a la fortaleza así:
Con los años la primitiva construcción se llamó Torre Vieja, sobre la cual se levantó el Baluarte de San Pedro: a la otra torre se le dio el nombre de Caballero Alto, voz de índole militar.
El 9 de septiembre de 1572, llegaron al puerto de San Juan de Ulúa los primero ocho sacerdotes jesuitas quienes levantaron ahí un pequeño hospital para atender a los muchos enfermos de vómito o fiebre amarilla que llegaban después de largas travesías. En 1587, el ingeniero militar Bautista Antonelli realizó el proyecto arquitectónico de reparación general haciendo del castillo un conjunto unitario, coherente y funcional.
Con el fin de enfrentar tormentas y ataques de piraterías que asolaban a la región, en 1692 San Juan de Ulúa lucía como una fortaleza de figura cerrada construida según las normas del arte defensivo, combinándose el paralelogramo principal con edificios triangulares en sus esquinas, destinados a baluartes con posibilidades de fuegos cruzados.
El 32º virrey de la Nueva España Don José Sarmiento de Valladares y ArinesTroncoso Romay, conde de Moctezuma y de Tula y duque de Atrisco, terminó el amurallamiento alrededor de Veracruz, concluyéndose los baluartes de La Soledad y el Caballero Alto, al tiempo que en la fortaleza se alojaban trescientos soldados que disponían ya de ciento tres cañones de diversos calibres más numerosos morteros. Pero como los sueldos de aquellos hombres no fueron cubiertos en dos años, produjeron un violento motín, expulsando al sargento mayor y adueñándose de la fortaleza.
En 1779 fue terminado el revellín de San Juan de Ulúa en sustitución de la batería de San José y fueron desterrados a Europa los sacerdotes jesuitas provenientes de toda la Nueva España de conformidad con la real orden Carlos III. Entre ellos, estuvieron en calidad de presos los ilustres historiadores veracruzanos Francisco Javier Clavijero y Francisco Javier Alegre.
CONTINUARÁ
SAN JUAN DE ULÚA
LA PIEDRA MÚCARA Y EL RECUERDO
*Fortaleza y presidio
*Desaparecieron tinajas, cañones y balas en salmuera
-II-
Por Irene Arceo
Los gruesos muros de la fortaleza situada en el arrecife de la Gallega muestran escoriaciones magníficas donde se asoma el encaje intrincado de la piedra múcara. Las bardas y los locales que aún permanecen en pie guardan el silencio en sus minerales calcáreos, y en esas bóvedas de cañón que alcanzan un espesor hasta de tres metros, hay cicatrices, estalactitas y estalagmitas; poca luz y demasiada humedad y oscuridad.
San Juan de Ulúa, rodeado de un mar azul índigo y ondulante es sin embargo, un recuerdo doloroso, porque tiene la huella de la violencia, de la custodia furiosa, de la agresión y el castigo. Es el fantasma solitario que cuida al puerto y que lo mira largamente con la nostalgia salitrosa del abandono y la pena.
Pareciera que San Juan de Ulúa está condenado a sufrir el peso de su historia, ahí hay frío a pesar del luminoso y candente sol; hay miedo, lejanía y olor a tortura en los calabozos y bartolinas. Sigue flotando la sensación cruel de confinamiento y aunque el viento marino sople fuerte y las olas laman sus paredes, no se logran arrancar los recuerdos de etapas terribles que han marcado profundamente nuestra historia.
Hacía fines del siglo XVIII fueron terminadas las obras que en San Juan de Ulúa tenían como finalidad integrar una construcción con perspectiva de conjunto que respondiera a las funciones de fuerte y presidio y, sobre todo que corrigieran en parte la asimetría en los ángulos de sus baluartes.
El memorable escritor Leonardo Pasquel en su libro “ San Juan de Ulúa, Fortaleza, Presidio, Residencia Presidencial” editado en 1980. Coincidió con el arquitecto José Gorbea Trueba, quien publicó en 1967 una interesante obra donde realiza una minuciosa descripción de la fortaleza.
Asimismo, la extensa obra: “Fortificaciones en Nueva España”
que escribió José Antonio Calderón Quijano, bajo el patrocinio del gobierno del Estado de Veracruz en la administración de Don Agustín Acosta Lagunesy el Consejo Superior de Estudios hispanoamericanos de Sevilla, España, aporta valiosísimos datos.
La descripción formal y hasta poética presenta al castillo con una planta general que consta de seis partes principales: la fortaleza, la media luna, las plazas de armas de Santa Catarina y de nuestra señora del Pilar, en cuyos vértices se ven al norte los garitones para vigías. Estas plazas se unían por medio de puentes levadizos con la media luna y con el paso cubierto. En las puertas de los puentes se puede leer la fecha: 1778.
Después, se encuentra El Panteón donde fueron enterrados muchos de los reos que murieron en la prisión. Otro lugar importante fue El Polvorín, un lugar dispuesto para guardar la pólvora, cañones y balas. Han desaparecido, con el tiempo, las baterías de San Miguel y Guadalupe, así como la llamada Muralla de Salva.
En los ángulos de las cortinas del cuadrilátero que forma la fortaleza, cuya altura no pasa de ocho metros, se encuentran ubicados los baluartes: el de San Pedro al sureste, donde estuvo el primer faro de Veracruz; el de San Crispín al suroeste donde se haya el hermoso torreón llamado “ Caballero Alto”, denominado también “San Felipe El Real”. El de La Soledad está al noreste y el de Santiago al noroeste.
Gorbea Trueba describe:
-“Detrás de la cortina que ve a Veracruz, existe otra segunda batería o atrincheramiento llamado San Fernando, separado de aquella por un callejón que recibe el nombre de Callejón de las Balas. Junto al baluarte de San Pedro y en la cortina del lado oeste, existe la entrada original de la fortaleza, con una dependencia donde residían los guardias principales del fuerte…”
-“El castillo tenía al noroeste, a los lados de la plaza central, El Palacio del Gobernador. Al norte, los pabellones que servían de habitación a la oficialidad, estos se componían de dos piezas bajas y dos altas llamadas viviendas de tasa y plato. Al noroeste estaban las galeras destinadas para los reos condenados a sufrir allí su condena, los cuarteles para la tropa, algunos almacenes y también una capilla, situada al frente de la entrada principal con su correspondiente habitación para un sacerdote encargado del servicio eclesiástico. Junto a la capilla había una tienda llamada la Bayuca, donde se vendían alimentos y artículos necesarios para los habitantes de la fortaleza….”
-“En el ángulo suroeste de la plaza hay una escalera monumental para subir a las baterías altas, debajo de la cual se hallaba la habitación destinada a la Mayoría de la Plaza, y otras piezas que comunicaban con unos calabozos conocidos con el nombre de Tinajas, que por cierto ya no existen…”
Las fachadas de San Juan de Ulúa están coronadas por troneras de grandes dimensiones donde se colocaban las piezas de artillería. Todavía existen, ancladas en sus muros ataluzados, las argollas de bronce y cobre de 70 centímetros de diámetro donde amarraban los bajeles. Hace unas décadas todavía se podía encontrar en algún calabozo habilitado como bodega un buen número de cañones y enormes balas oxidados, al estar sumergidos en una fosa de agua marina desde hace muchísimos años…
CONTINUARÁ
SAN JUAN DE ULÚA
EN SUS MURALLAS SE CONSUMÓ LA INDEPENDENCIA
*Débil defensa ante las invasiones
*Los rayados contra los norteamericanos
*Protagonista de la nombradía Cuatro Veces Heroica…
-III-
Por Irene Arceo
Según cuenta la historia, el General Juan O´Donoju, último virrey y capitán de la Nueva España llegó al puerto de Veracruz cuando casi todo el virreinato se encontraba ya en poder de los insurgentes y empezaban a brillar oficiales criollos que apoyaron a Agustín de Iturbide en su plan de Iguala.
En esos tiempos Antonio López de Santa Anna quien había sido nombrado comandante militar de Veracruz y se encontraba asediando la amurallada plaza de Veracruz, se entrevistó con O´Donoju y lo convenció de que se reuniera con Iturbide en Córdoba, donde se firmaron el 24 de agosto de 1821,los célebres Tratados que reconocieron la autonomía política de México.
Poco después, entraría en la capital del país el e
Ejército Trigarante, pero el gobernador Español en Veracruz, don José Dávila transigió con ese arreglo y se refugió en la fortaleza de San Juan de Ulúa, sin embargo, más tarde, fue sustituido por el brigadier Francisco Lemaur de la Muraire.
Santa Anna inició directas y subterráneas gestiones con Lemaur, el nuevo jefe de la fortaleza a quien no convenció. Se dice que entonces ideó una maniobra avisando que estaba dispuesto a entregar Veracruz a los españoles para atraerlos y apresarlos. A Santa Anna no le resultó su estratagema y la ciudad fue bombardeada el 27 de octubre de 1822. Varias de las gentes de Santa Anna fueron aprehendidos y confinados a las mazmorras de Ulúa, junto a un buen número de insurgentes.
Disgustado Iturbide por las personales disposiciones de Santa Anna, que habían precipitado el cañoneo de Veracruz, marchó a Xalapa, deseoso de llegar hasta el puerto y emprender el mismo las operaciones sobre la fortaleza, pero el arbitrario don Antonio López le entrevistó en su tierra natal Xalapa, donde un desaire sufrido en el alojamiento del emperador le hizo ver claramente que se encontraba en desgracia, por lo cual regresó al puerto y , asesorado por don Miguel Santa María, que había actuado como secretario particular del libertador Simón Bolívar, proclamó la República, levantándose en armas, actitud que secundaría el General Guadalupe Victoria quien un año más tarde sería el primer presidente de a República , tras la caída de Iturbide.
Guadalupe Victoria organizó operaciones de fondo sobre Ulúa en contra de Francisco Lemaur y sostuvieron un fuego intermitente durante tres meses. Varios núcleos de la población abandonaron la ciudad, refugiándose en Córdoba, Alvarado y hasta en Yucatán.
Acerca de estas acciones sea calculado que la fortaleza disparó mas de cincuenta mil bombas y granadas. Leonardo Pasquel, comentó este hecho y señaló que seguramente nunca antes, ni después, se dio u combate de tal magnitud en Ulúa y añadió: “Por lo cual la fortificación que fue construida para defender Veracruz como el primer puerto de la Nueva España, resultó ser su principal verdugo, lo cual lo transformó en mártir, para ser declarada heroica, titulo que por tres veces más ganaría luchando contra invasores extranjeros…”
El general potosino Miguel Barragán, gobernador del Estado de Veracruz del 20 de mayo de 1824 al 5 de enero de 1828 que dirigía las operaciones sobre Ulúa, se transformó en el libertador de la fortaleza el 18 de noviembre de 1825 donde entró acompañado de sus tropas izando ahí la bandera mexicana consumándose así la Independencia Nacional. Como premio por sus acciones recibió del gobierno nacional presidido por Santa Anna una espada de oro, acordándose que su nombre se inscribiera en el recinto del Congreso del Estado. Según el historiador Pasquel, Veracruz, aún continúa en deuda con Barragán, quien, siendo presidente interino de México del 28 de enero de 1835 al 27 de febrero de 1836, (en el lapso en que Santa Anna abandonó el gobierno el 23 de enero de 1835), dispuso que su corazón fuese llevado al Castillo de Ulúa por él liberado, y así lo hicieron pero el órgano desapareciódel recinto hace mucho tiempo.
Memorables acciones de guerra ganaron para la ciudad de Veracruz- PuertoMayor en la historia de México, título de Cuatro Veces Heroica, según los decretos que así lo determinan y en las cuatro fechas ha sido protagonista el castillo de San Juan de Ulúa: la rendición de la fortaleza de San Juan de Ulúa, último reducto del virreynato español en 1825; la defensa del puerto ante la incursión francesa en 1838 y los gestos del pueblo veracruzano oponiéndose a las invasiones norteamericanas en 1847 y 1914.
El estupendo historiador Leonardo Pasquel (a quien tuve el honor de conocer y platicar con él en varias ocasiones) escribió acerca de los fracasos de Ulúa en materia de defensa durante las invasiones:
-“Las páginas más tristes de nuestra historia están dedicadas a la injusta guerra que en 1847 desencadenaron los norteamericanos con el propósito de arrebatarnos los extensos territorios que reclamaba su imperialista doctrina del Destino Manifiesto. Primero invadieron por el norte y después atacaron por el Puerto de Veracruz, a cuya vista llegaron los primeros barcos cuando aún se fortificaba la ciudad y el Castillo de San Juan de Ulúa, prosiguiendo el desembarco cerca de Mocambo, lejos de la fortaleza, la cual comenzó a disparar certeros cañonazos sobre los invasores, al avanzar éstos e ir cerrando el sitio sobre la pequeña plaza amurallada, defendida por fuerzas muy inferiores a las yanquis, pero que combatían con decisión al igual que desde las baterías de Ulúa, donde accionaban las 14 piezas de artillería con que se contaba, abriendo fuego sobre los barcos próximos, aunque se disponía de poco parque y con menos víveres, por lo que fueron racionados para la guarnición….”
-“Tras unos días de duras batallas en las cuales varios episodios heroicos se registraron, dejando muy destrozada la ciudad y sus murallas por el constante bombardeo sufrido, los defensores acordaron capitular, impotentes como eran, para seguir en la lucha sin parque y sin víveres ya, y cuando el gobierno del centro había comunicado que no podía ayudar con nada. Entonces, la Ciudad de Veracruz fue ocupada por los atacantes que tomaron también la fortaleza en la que izaron la bandera de las barras y las estrellas…”
La historia consigna:
En diciembre de 1860 llegó al puerto de Veracruz la fuerza expedicionaria española, que se había anticipado a la francesa e inglesa, las cuales venían a México para presionar al presidente Benito Juárez y reclamar por daños producidos por la guerra en personas y bienes de sus súbditos y conseguir el pago de la deuda exterior. El gobierno mexicano había ordenado la desocupación de la ciudad, para evitar los perjuicios de una resistencia armada, deseoso el régimen juarista de entrar en negociaciones con las tres potencias aliadas.
En 1861, el general y político español, Juan Prim y Prats, llega a ocupar la fortaleza de San Juan de Ulúa y Veracruz ante el pacífico retiro de los efectivos mexicanos mandados por el general y gobernador del estado Ignacio de la Llave. Prim, quien asume el mando de la expedición militar española iza su bandera, arriada apenas treinta y nueve años antes. Ahí permaneció hasta que el general Prim -que era ilustre liberal- tras negociar adeudos con Juárez bajo la firma del convenio de La Soledad en febrero de 1862 y al enterarse de la pretensión francesa de crear un imperio satélite en México, sin órdenes expresas de Madrid, ordena embarcar a sus tropas y se retira a Cuba.
A continuación, ondeó en Ulúa el pabellón francés, cuyo emperador NapoléonIII, trató de imponerse por la fuerza en nuestro país, enviando como su pretendido monarca a Maximiliano de Austria quien desembarcó saludado por los cañones de Ulúa para disponerse a gobernar México entre 1864 y 1867, periodo en que la fortaleza dio albergue a las tropas francesas de ocupación por lo que una vez más, no cumplió su misión defensiva de Veracruz, umbral marítimo de la patria.
Y se cuenta también que en 1914, Victoriano Huerta usurpaba ya la presidencia de la República, a tiempo que por todo el país cundía la Revolución. En tanto Thomas Woodrow Wilson, vigésimo octavo presidente de los Estados Unidos, (de 1913 a 1921), amagaba con su flota a Veracruzpara impedir el desembarco de armas alemanas- en vísperas dela guerra mundial- y para provocar la caída de Huerta.
El 21 de abril de 1914, Wilson ordenó a su armada la toma de la Aduana de Veracruz, y la resistencia popular se produjo, no obstante la desocupación de las fuerzas regulares. El cañoneo aún hacía impacto en el abierto e inerme caserío, así como en el edificio de la escuela naval, donde alumnos y profesores contestaban el fuego bajo las órdenes del comodoro Manuel Azueta.
Fue entonces cuando los olvidados reos de la fortaleza –presidio San Juan de Ulúa (adaptada para este uso durante la dictadura de Porfirio Díaz) fueron armados por el comandante de la misma, teniente coronel Albino RodríguezCerrillos, quien mandó a la lucha a los llamados “ rayados” ( por el uniforme que usaban) algunos de los cuales, cayeron con honor, en tanto, otros huyeron y los más se dedicaron a hacer tropelías.
Conocedor y crítico de la historia de Veracruz, Leonardo Pasquel nos apuntó:
-“ Y , también en esta ocasión, el legendario castillo – siempre impedido de cumplir por circunstancias de política interna y de caótica situación general-, contempló impertérrito como los invasores se adueñaban, a sangre y fuego de la plaza, cuya acción habría de significar para la misma el discernimiento de la impar nombradía de Cuatro Veces Heroica Ciudad de Veracruz.
CONTINUARÁ……
SAN JUAN DE ULÚA
PRESIDIO DE HOMBRES ILUSTRES
*Cruel pena a los forzados
*Juárez, reo y presidente en la fortaleza
* Carranza ordenó la supresión del presidio
-IV y última-
Por Irene Arceo
La Nueva España estaba sujeta a un régimen monárquico rígido y austero para evitar todo pensamiento o actividad que pudiese soliviantar los ánimos en cualquier sentido. De ahí la brutal represión contra la delincuencia y los reos políticos que con facilidad eran llevados hasta la última pena, o bien enviados a trabajos forzados en los alejados presidios de los cuales el de la isleta de San Juan de Ulúa, acaso era el más temido, por sus Tinajas, lo duro del clima costero, los peligros del cólera y el vómito, los ataques de piratería y por el trato inhumano aplicado a los reos.
No ha sido posible precisar la fecha en que se inició la costumbre de confinar presos en la fortaleza de San Juan de Ulúa, pero es un hecho que a fines del siglo XVII ya se encontraban ahí presidiarios aprovechados en los trabajos de construcción. En 1755 se publicaron las disposiciones a que habían de sujetarse los presidiarios de la Isla o arrecife de la Gallega contenidas en el
“Establecimiento en que deben quedar y subsistir en adelante los forzados de Veracruz”. Entre los forzados (negros traídos de África y réprobos de la Nueva España) había: asesinos, bandidos, asaltantes de caminos, violadores, rijosos, abigeos, desafectos al régimen y reos políticos.
De entre ellos y por obra de sus habilidades manuales, trabajaban como albañiles, carpinteros, herreros o simplemente picapedreros, asegurados en sus tobillos por grilletes de hierro y en ocasiones, encadenados al piso con balas de cañón, costumbres proscritas en 1829, aunque de hecho, se continuaron aplicando.
Según versiones, las celdas de Ulúa eran terroríficas: en cada una de ellas se confinaba hasta a mil hombres y ahí, en ese espacio oscuro, húmedo y calientea la vez, hacían sus necesidades fisiológicas, comían y dormían. Había también (y aún puede apreciarse con tristeza y horror) unas celdas de castigo, donde cabían alrededor de siete hombres encerrados en la más completa obscuridad y sin poder estar de pie, sino sentados o en cuclillas. El castigo corporal era usual para disciplinar a los reos y en muchas ocasiones se abusaba de ésta práctica.
Bajo estas circunstancias estuvieron los sacerdotes miembros de la Compañía de Jesús, al decretar Carlos III su extinción en todos sus dominios en el año 1767. Así fue que, entre los prisioneros estaba el gran historiador Veracruzano Francisco Javier Clavijero.
El ex virrey José Iturrigaray llegó a Ulúa en 1808 en calidad de preso, por sospecha de intentar la autonomía de la Nueva España en complicidad con el munícipe xalapeño Diego Leño. Don José Mariano Abasolo, mariscal insurgente, acompañante de Miguel Hidalgo cayó prisionero en Ulúa. Fray Melchor de Talamantes y fray miguel Zugasti de ideas independistas fueron internados en Ulúa en 1808, falleciendo de vómito en sus mazmorras. Don Carlos María de Bustamante, escritor y periodista Oaxaqueño que en 1812 se adhirió a los Insurgentes, fue preso en Ulúa.
En 1808, indígenas de Misantla fueron aprehendidos y trasladados al presidio de Ulúa tras sangriento zafarrancho por cuestiones de tierras. El 29 de Junio de 1812 fueron ejecutados en Ulúa seis jóvenes por conspirar en favor de la Independencia de México: Ignacio Murillo, Bartolomé Flores, José Ignacio Arizmendi, José Prudencio Silva, Cayetano Pérez y Evaristo Molina.
En 1814 fue enviado al presidio de Ulúa el brillante periodista Yucateco José María Quintana- Padre de Quintana Roo-, también estuvo preso don Lorenzo de Zavala, quien más tarde sería vicepresidente de la república de Texas.
Numerosos partidarios de la insurgencia fueron sometidos al duro cautiverio de Ulúa como don Vicente Acuña, el licenciado Julián de Castillejos o los soldados que acompañaban a Francisco Javier Mina, derrotado en Soto la Marina en el año de 1817. El bachiller Joaquín Urquizo, cura de Acayucan, conoció los horrores de Las Tinajas por haberse expresado mal de Fernando II; el general Francés D´almiver, emisario de Napoleón, que se ostentaba en Texas como teniente general del Ejército Mexicano, sin serlo; personajes de la aristocracia criolla como José Mariano de Sardanet, marqués de San Juan de Rayas, amigo cercano de Iturbide, también pisaron esas celdas.
Al caer el Emperador Agustín de Iturbide en 1823, detenido en Ulúa, Aguardó ahí el navío que le conduciría al destierro en Europa. Que ironía, el propio libertador de Ulúa, el general Miguel Barragán, también padeció como reo de la fortaleza por un tiempo.
Y entre los muchísimos y distinguidos mexicanos que sufrieron cautiverio en el fuerte, victimas de sus convicciones, no faltó la figura cimera de Benito Juárez, preso en Ixtlán , Oaxaca el 25 de mayo de 1853 y llevado a Ulúa por la implacable dictadura Santanista que perseguía a los desafectos a su régimen.
Más tarde a Santa Anna también le correspondió conocer como preso las mazmorras de Ulúa en las cuales fue encerrado el 30 de julio de 1867, bajo el régimen de don Benito Juárez.
En 1858 Juárez se instaló en la fortaleza, alojándose en la casa donde habían vivido los gobernadores del castillo. Juárez tuvo que adaptarse a las severas formas de vida del castillo, carente de comodidades y aún maloliente como desaseado cuartel y presidio que era. Dentro del castillo pasó la etapa más intensa y peligrosa a lo largo de los durísimos tres años que persistió la Guerra de Reforma.
No obstante que estadía del Presidente Juárez transformó en eventual Residencia presidencial lo que hasta antes de él sólo había sido fortaleza y presidio, el liberalismo nunca planteó la supresión del presidio. Tampoco realizó obras de importancia en la fortaleza, reparada y modificada, en realidad hasta el advenimiento de la dictadura porfirista.
Al rendirse en Querétaro el Archiduque Maximiliano de Austria, fue aprehendido el general severo del Castillo y tras dramáticos sucesos fue llevado a prisión perpetua a Ulúa donde gracias a la amnistía general concedida en 1870 sólo estuvo encerrado cuatro años.
En 1869 fue aprehendido el cabecilla rebelde José María Prieto, que asolaba la región sotaventina y fue fusilado en Ulúa.
Jesús Arriaga, el famoso bandido conocido como Chucho “el Roto” fue detenido en 1885 y enviado a la fortaleza. Todavía hoy, los guías de turistas muestran el lugar de la pequeña bartolina donde se dice estuvo recluido Chucho “el Roto”, quien según versiones, murió de una paliza propinada por un custodio o según otros, de fiebre amarilla debida a la cruel humedad de su calabozo.
En 1906 y debido a la huelga de Cananea, fueron conducidos al Castillo de Ulúa Manuel M. Dieguez, Esteban Vaca Calderón y Juan José Ríos.
Juan Rodríguez Clara -por quien se llama así una población del Estado de Veracruz- fue prisionero por haber lanzado denuestos contra el general Porfirio Díaz.
En enero de 1907 estalló el movimiento obrero de Río Blanco, reprimido por la dictadura porfirista. El líder José Neyra Gómez y muchos más, purgaron condena en Prisión
El afamado escritor de esa época, Federico Gamboa visitó la prisión de Ulúa y después reflejó la terrible vida en reclusión en su novela “ la Llaga”.
En 1912 el general Félix Díaz, sobrino del expresidente, fue apresado e internado en Ulúa por intentar levantarse en armas contra el régimen maderista. Un aspirante a la gubernatura de Veracruz, Gabriel Gavira, también vivió los horrores del presidio.
El general Victoriano Huerta también envió buen número de opositores a sufrir las torturas de Tinajas y mazmorras. Entre Ellos, dos connotados periodistas veracruzanos fueron apresados por apostrofar valientemente al usurpador: El ingeniero Francisco S. Arias, director de La Opinión y don Juan Malpica Silva, director de EL Dictamen, quien recuperó la libertad gracias a la intervención de su amigo, el poeta Salvador Díaz Mirón.
En 1915, don Venustiano Carranza, primer jefe del Ejército Constitucionalista, ordenó la supresión del presidio secularmente instalado en a fortaleza, destinándola a eventual Residencia Presidencial y a talleres de maestranza. A partir de esa fecha, San Juan de Ulúa, ha quedado enclavada frente a Veracruz con su permanencia amarga y sólida.
Ulúa merece ser rescatado por ser parte de nuestra identidad nacional, por tener ese espíritu tan definitivo, porque sus murallas de cal y canto y piedra múcara, sus baluartes, atarazanas, fosos, puentes levadizos, palizadas, torreones, aljibes, bóvedas y arquerías anidaron nuestra historia a veces pasional, a veces aventurera, a veces congruente con su destino.
El sobrio y elegante caballero alto, vigila a la ciudad de Tablas y desde el caracol podrido de sus escaleras interiores se ve crecer el puerto como una gran ala de albatros.
Desde los amplios terraplenes que se rematan con troneras, se asoma uno por los ojos de luz a las negras mazmorras y los dolientes calabozos, como ese, donde cuenta la leyenda, estuvo la Mulata de Córdoba prisionera y que un día le pidió a una guardia un carbón para dibujar una carabela en la pared. De pronto la bella mujer se subió a la nave y desapareció….
Eso es Ulúa, una fortificación medieval de severa dignidad que hoy está casi en ruinas por el paso del tiempo.
Desde Barlovento a Sotavento, el fuego cruzado del olvido llega a través de las arenas voladoras hasta el antiguo arrecife de la Gallega y ahí se ha quedado para ser el último habitante…Desde el Malecón, los veracruzanos lanzamos miradas furtivas, absortas, temerosas, reverentes a nuestro San Juan de Ulúa, símbolo innegable de la Verdadera Cruz.
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