Autor: José Valencia Sánchez
Con la llegada de la Internet,
los medios impresos, la radio y la televisión enfrentan una nueva y poderosa
competencia que los ha obligado a renovarse para no rezagarse. El periodismo
digital juega hoy un papel preponderante en la vida pública.
Las redes sociales en general,
aunque a veces en forma por demás irresponsable, inciden también de manera
importante en las campañas políticas y en las decisiones gubernamentales.
Es por ello que formularé propuestas que considero relevantes para la
vida democrática del estado de Veracruz, sobre todo en épocas electorales,
cuando las descalificaciones y calumnias entre candidatos y políticos son el
pan de cada día, aunque también se han expresado verdades que interesan a la
opinión pública.
INTRODUCCIÓN
El periodista Álvaro Cepeda
afirma que “a nadie odian más los políticos y los económicamente poderosos que
a los reporteros. Y a la prensa libre”. Mucho hay de cierto en esta
aseveración. Sin embargo, se toleran y utilizan mutuamente. Lo hemos constatado
en las campañas políticas en que los candidatos y sus aliados se han valido de
la prensa para decir horrores de sus adversarios, salpicándose con toneladas de
lodo y toda clase de suciedad, verdades y mentiras que con frecuencia confunden
al lector.
“La calumnia desde el poder es
un crimen a mansalva”, escribió don Julio Scherer. Y agrega que “calumnia el débil moral, al
margen de su cultura o su sapiencia. Calumnia el vencido sin energía para un
enfrentamiento real” (1).
Qué no hemos visto o escuchado
en la televisión, en la radio, en las redes sociales y en los medios digitales
e impresos. De todo. Filtraciones de videos escandalosos, conversaciones
telefónicas y fotografías comprometedoras, rumores sin fundamento, encuestas
amañadas o cuchareadas, como las
califica Andrés Manuel López Obrador.
Columnistas políticos que hoy
están con melón y, sin ruborizarse,
mañana lo criticarán sin piedad y se
volcarán en elogios hacia sandía.
Escriben por encargo del mejor postor, sin importarles perder credibilidad ante
su lectores.
Para ellos, hoy equis
candidato o funcionario público es el mejor posicionado, el más honesto, y al
día siguiente es el peor que existe sobre la faz de la tierra.
En un país donde la gente lee
poco y los periódicos impresos parecen condenados a la extinción, debido a la
creciente fuerza de la Internet que compite también en audiencia con la radio y
la televisión, pocos medios sobrevivirán.
Decía Walter Lippmann, que un
periódico puede ubicarse algo a la izquierda o algo a la derecha de su
comunidad, pero no alejarse mucho del centro, porque perderá lectores (2).
Aquí en Veracruz, hubo un
gobernador, Fidel Herrera, que corrompió a la prensa al darle dinero a manos
llenas, millones y millones de pesos pagaba mensualmente a dueños y directores
de medios de comunicación, a columnistas y reporteros destacados y modestos.
Los malacostumbró. El siguiente gobernador, Javier Duarte, continuó con esta
práctica de derroche hasta que se agotaron los recursos y cortó de tajo los
“convenios” y “apoyos” a comunicadores.
La respuesta fue despiadada.
De gran gobernador pasó a ser el peor villano habido y por haber.
En cierta ocasión, el entonces
presidente José López Portillo exclamó: “No pago para que me peguen”, en
respuesta a las acerbas críticas de los periodistas (3). Debimos contestarle:
Tampoco puedes pagar para que te elogien, porque el dinero es de los
contribuyentes, no tuyo, y no es para rendir culto a la personalidad de ningún
político.
Curiosamente, cuando la prensa
era menos crítica que ahora, se le llamó el “cuarto poder”. Considerarla en
estos tiempos “como fuente de poder absoluto dejó de ser vigente, pero no se ha
escapado fácilmente de las concepciones que la entienden, de modo inverso, como
el contrapoder ideal”, sostiene Jorge Medina Viedas (4).
Volviendo a Veracruz y la
jornada electoral, según Warren E. Miller, las evaluaciones sobre el papel que
juega la comunicación masiva (prensa escrita, medios electrónicos y digitales,
redes sociales, etcétera) para influenciar el comportamiento de los votantes,
han fluctuado entre aquellos que consideran a los periodistas como
manipuladores todopoderosos de la opinión pública y aquellos que concluyen que
los medios no tienen un impacto discernible
sobre los valores, creencias o decisiones de los electores (5).
Ezra Pound narra que en Las Analectas, de Confucio, se dice que
un día le preguntaron a este gran filósofo, que qué haría si el príncipe le
confiriera el cargo de primer ministro. El sabio contestó, sin dudarlo, que se
encargaría de que todos los siervos del reino llamaran a las cosas por su
nombre (6). Pienso que es lo que debe hacer la prensa y no estar al servicio
del poderoso ni ocultar o maquillar la
verdad.
Por desgracia, ciertos
políticos mexicanos, inmersos en vergonzosa relación parecida a la de los
amantes furtivos e infieles, reclaman veladamente al periodista: ¡Si me
criticas o no hablas bien de mí, no eres mi amigo. Y si elogias a mi enemigo,
estás en mi contra!
No entienden que la misión de
los medios va más allá de intereses personales y afectivos. El periodista posee
el privilegio de relacionarse con todos, puede entrevistar a Dios y al diablo si se trata de servir a la
sociedad.
James Gordon, editor del New York Tribune, declaró en 1835, que
su periódico “no apoyaría partido alguno, ni sería órgano de ninguna facción o
camarilla… Nos esforzaremos por registrar los hechos, sobre todo los temas
públicos y adecuados, desprovistos de verborragia, con comentarios apropiados,
justos, independientes, confiables y moderados” (2). Desde entonces muchos
medios han seguido esta política. No todos.
En resumen, desde 1988 la
democracia en México ha dado un salto importante en parte por la apertura de
los medios de comunicación y en este siglo el avance se ha acelerado por la
irrupción de los periódicos digitales.
Es necesario, sin embargo,
transparentar y adecentar la relación de los medios con el poder público para
que ello redunde en beneficio de la sociedad. En sí, el deber de la prensa
(impresa, electrónica y digital) es para con los lectores y el público en
general, no con el gobierno ni con los poderes fácticos.
CONCLUSIONES
Por todo lo anterior, propongo
que la Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas y el
Colegio de Periodistas de Veracruz (si es que éste existe formalmente)
desaparezcan o se transformen y realmente cumplan su misión.
Y que en su lugar se
constituya un Fondo para apoyar a comunicadores de escasos recursos económicos,
mismos que a veces carecen de lo indispensable para médico y medicinas en caso
de enfermedad y para gastos funerarios en caso de deceso.
Sugiero también que el
Gobierno del Estado elimine las dádivas, convenios o apoyos subrepticios que, a
cambio de elogiar y ensalzar la figura del gobernante en turno, se otorgan a
los medios de comunicación y que se verifique la circulación de cada periódico
impreso, las visitas a los medios digitales y la audiencia de los electrónicos, a fin de contratar publicidad
oficial únicamente en los que cuenten con lectores, televidentes y
radioescuchas de carne y hueso, sin cifras infladas
por los empresarios del mundo de la comunicación.
Es inconcebible que con fondos públicos se
subsidie a periódicos sin lectores.
De esta manera, el gran beneficiado
será el público lector, que está harto de ver sólo halagos y más halagos para
la clase gobernante, todo pagado con el dinero de nosotros los contribuyentes.
Con la desaparición o transformación
de la Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas y del
Colegio de Periodistas de Veracruz y con la depuración y transparencia en la
contratación de publicidad con los medios de información, se obtendría un
sustancial ahorro en el presupuesto, que se utilizaría en obras de beneficio
social.
Sólo con medios de
comunicación libres, sin complicidades con el poder político y económico, con
periodistas comprometidos con la verdad y el bienestar de la sociedad,
coadyuvaremos en la construcción de la democracia que anhelamos y merecemos.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
(1)Tiempo de Saber, Prensa y Poder en México. Nuevo Siglo Aguilar. Julio
Scherer García, Carlos Monsiváis
(2)La Página Editorial The Washington Post. Biblioteca Periodista.
(3)Mis Tiempos, Biografía y Testimonio Político. Fernández Editores. José
López Portillo.
(4)Los medios en la política. Ediciones Cal y Arena. Jorge Medina
Viedas.
(5)Más que noticias. El Poder de los Medios en los Asuntos Públicos. Publigrafics,
S. A. Michael Bruce MacKuen, Steven Lane Coombs.
(6)1er. Seminario de Actualización para Periodistas. Memorias. Coordinación
General de Comunicación Social del Gobierno de Veracruz. Roberto Peredo, coordinador del Seminario.