Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
En estos meses de pandemia se han multiplicado en las
redes los llamados “conversatorios”. Los hay buenos, muy buenos, regulares y
malos, pero –al menos en Veracruz- todos tienen un denominador común, cada vez
que sale a relucir el nombre de Cuitláhuac García se desata una furia chichimeca
acompañada de denuestos para él y el gobierno que encabeza.
Es como una presa que tiene un dique, abres el dique lector
y se dejan caer toneladas de agua hacia el precipicio, en el que en este caso está
Cuitláhuac a merced del chaparrón.
No he visto uno, un solo conversatorio donde le digan
una palabra de aliento, le den un voto de confianza o una palmadita en la
espalda. No señor, cada que los participantes abren la boca es para tundirlo verbalmente.
“Yo lo que deseo es que ya se ponga a gobernar”, le
han pedido en infinidad de ocasiones los conversadores más moderados. Pero los
más intensos desean verlo hasta en la cárcel “por corrupto, por permitir el
nepotismo, por inepto, por incapaz, por indolente”, según han comentado.
Quienes se asoman a esos portales quizá son los más
intensos e incluso los más tóxicos. Basta con que alguien escriba el primer
mensaje para que se suelten como en cascada los subsecuentes donde lo ponen verde
a base de improperios.
Lo que llama la atención es que no haya respuesta de
la oficina de Comunicación Social a estos denuestos. No sé, se me ocurre algún
contrapeso.
En los últimos meses de Javier Duarte como gobernador
y ante la imposibilidad de defenderlo porque era indefendible, la Dirección de
Comunicación Social del Gobierno del Estado se dio a la tarea de resaltar la
obra del gobierno estatal (repito, obra del gobierno estatal) en turismo,
educación, salud, infraestructura carretera e incluso en seguridad, área que ya
estaba muy devaluada, aunque no tanto como ahora.
La idea era mandar el mensaje a la ciudadanía y al
resto del país de que a pesar que Veracruz tenía problemas con una plaga de
ratones, contaba con playas paradisiacas, monumentos históricos, excelente
comida, los niños recibían una educación de excelencia; había una buena red
carretera y no todos sus policías eran atracadores.
A pesar de su manifiesta ineptitud Cuitláhuac todavía es
defendible (al menos hasta ahorita no ha desaparecido 33 mil millones de pesos
como lo hizo Duarte), y algo debería hacer la oficina de Comunicación Social
para tratar de revertir sus muchos negativos. Pero no…
No es posible que le hayan dado un machete, un
sombrero de petate y lo mandaran a chapear un matorral para mejorar su imagen.
¿A quién se le ocurrió semejante estupidez?
Alguien dijo que fue para apoyar al gobierno de Hipólito
Rodríguez en las tareas de saneamiento de Xalapa. Si esto es verdad, el tiro
salió por la culata porque Hipólito quedó ante los xalapeños como un huevón al
que tuvo que auxiliar el gobernador chapeando la maleza, que por su
incompetencia crece en varias partes de la ciudad.
Otros dicen que fue para conseguir votos para Morena,
lo cual es una tontería mayor.
Si Cuitláhuac y sus asesores tuvieran tantita materia
gris en la cabeza, hubieran contratado a unos cinco chapeadores de los de a de
veras, que por doscientos pesos a cada uno habrían dejado El Trébol impecable y
habrían tenido con qué llevar de comer a sus hogares.
Eso sí hubiera sido un detallazo del gobernador que le
habrían aplaudido hasta sus opositores. Pero en la 4T pensar les provoca
dolores hasta en el estómago.
Tantito por la inoperancia de Cuitláhuac y tantito por
jaladas como la de ponerse a chapear en lugar de gobernar, las redes se han
convertido en una especie de catarsis para miles de veracruzanos desempleados o
desilusionados que desahogan su frustración e impotencia diciendo lo que
piensan del mandatario estatal.
La chapeada del sábado anterior no redituará ni un
voto a Morena, tampoco le dará ni un punto porcentual a la vapuleada
popularidad de Cuitláhuac, pero sí dio pie para que lo despedazaran en las
redes.
Dicen que el autor de la ideota fue el Coordinador de
Comunicación Iván Joseph Luna Landa, aunque nadie ha confirmado la versión y yo
tengo mis dudas. Pero quien haya sido, si lo que quería era que el gobernador
hiciera el ridículo y se convirtiera en el hazmerreír de la raza jarocha, debe
sentirse satisfecho porque lo logró.