Por Rafael Arias Hernández.
Inocultable, el tamaño del daño. Excepciones
aparte, el problema del mal o peor gobierno, ahí está, y con las crisis
presentes y futuras crece, se complica y fortalece en sus diversos ámbitos y
tipos.
Más cuando se ignora, oculta o minimiza
para no atenderse; o cuando perversamente se usa y abusa, hace y deshace, simula o distorsiona, para favorecerse y
aprovecharse. Ignorancia y mediocridad les favorecen.
Lo que viene con y después de la
presente pandemia, junto con otros viejos
y nuevos problemas, que padecemos,
enfrentamos y resolvemos es, a la vez simple y claro, difícil y complejo. Para
empezar hay que preguntarse y preguntar:
¿Qué hacer con los servidores públicos?
¿Qué exigirles a gobernantes y funcionarios, para contar con buenas y mejores
formas de gobierno?
Oportuno y necesario, atreverse a
afirmar que no es posible seguir con más de lo mismo o peor; y que, la magnitud
y complejidad de los cambios que ocasionaran las nuevas realidades, exigen disponer de actitud y aptitud, en verdad
renovadas y mejoradas, en la obtención de buenos resultados y más
oportunidades. Vital, disponer de transparencia y rendición de cuentas,
verdaderas, accesibles y actualizadas,.
Honestidad, responsabilidad, capacidad y
efectividad son, deben ser, juntas y al
mismo tiempo, características indispensables de todo servidor público. Servir,
no servirse.
Muchos políticos mexicanos de todos
colores, sabores y olores, desde los que dizque gobiernan, hasta los que cobran
como funcionarios o simples empleados, son
identificados o reconocidos, por un lado como mediocres o parásitos, sobrevivientes y abyectos; o por el
otro, se distinguen y sobresalen, por su perversidad o complicidad, al sostener y operar para su beneficio, tanto ineficiencia
como delincuencia gubernamental. Urgen,
más y mejor fiscalización y evaluación ciudadana y social.
Innumerables ejemplos, perdidos en el
anonimato, la indiferencia o en el camaleónico
“sin importancia”, caracterizan a los
más; en tanto que, a los menos, por su rápido enriquecimiento, con suerte
les distingue la fama y notoriedad, o simplemente
acaban en escándalo, desprestigio y hasta en la cárcel.
Muchos políticos y gobernantes o
funcionarios, pasan a ser presuntos responsables, prófugos potenciales, o encubiertos
culpables. Sobresalen por ser, notoriamente favorecidos y enriquecidos por la
ineficiencia y delincuencia, dentro y fuera del gobierno.
Importante advertir y tener presente,
que es tal la tradición de la falta de valoración del trabajo gubernamental a
todos niveles, y de la ausente evaluación objetiva y permanente de sus
resultados, que también desde siempre, se
impide valorar al numeroso grupo de los
buenos y cumplidores servidores públicos, que responsable y modestamente hacen
su mejor esfuerzo y cumplen, a diario con sus responsabilidades. ¿Ineptos o
capaces? ¿Cuál servicio civil de carrera? ¿Cuál reconocimiento al deber
cumplido y la responsabilidad demostrada?
En fin, alerta y preocupa, que cada
vez es más público y notorio que pocos, muy pocos se salvan; y que de una y mil
formas se impide saber lo que hacen y evaluar su permanencia en los puestos
públicos. Observándose, entre otros aspectos, que:
1.- El tema no se aborda con seriedad y
responsabilidad, permanente y sistemática, por las instituciones y dependencias
a cargo. Mismas que hacen poco o nada, simulan y justifican su existencia. Ahí
están los hechos que prueban y comprueban para que sirven contralorías
carnales; órganos de simulación superior; farsas anticorrupción y otras
organizaciones encubridoras, comisiones distractoras y dependencias persecutoras de nulos o
mediocres resultados.
2.- Su uso frecuente, es manejarlo como
tema político, útil para inventar o citar acusaciones, señalar verdaderas o
imaginarias responsabilidades, o para entretener y distraer haciendo y
deshaciendo escándalos, “llamaradas de
petate” y distracciones.
3.- Es notoria la faltan de seguimiento y control, fiscalización y
evaluación; incluso, es escandalosa la acumulación de denuncias sin resultados,
convertidas en pretensiones o buenos
deseos. Y
4.- La ausencia o poca presencia de la
indispensable participación y evaluación ciudadana y social, que refleja la
falta de legitimidad gubernamental.
En fin. Deplorable no prever, innovar y
cambiar ante recesión y pobreza en aumento. Los problemas siguen allí afectando
a millones y millones, que demandan
resolverlos, no esconderlos, minimizarlos o negarlos. Hay que exigir
buenos resultados, comprobarlos y evaluarlos.
Obligado y deseable, erradicar políticas y políticos que no han sabido responder a la
demanda creciente de cambios y reformas. Sobre todo a los que no
desempeñan sus responsabilidades, ni administran con eficiencia los recursos públicos; y tampoco cumplen, ni hacen cumplir las leyes.
Renovarse o desaparecer.
Es hora de atender las necesidades y
reclamos sociales. No todos los gobernantes y funcionarios oyen y mucho menos,
quieren escuchar y atender, las crecientes voces de alerta, de protesta o
reclamo.
Algunos incluso, bajo el imperio del
principio “del que no tranza no avanza”, se ocupan más de efímeras alianzas, y pragmatismos de temporada; y abusan de la
costosa mercadotecnia del
entretenimiento y distracción, también con cargo al presupuesto gubernamental.
En su historia sin fin, la política da
para mucho, hasta para salir de la pobreza, de la noche a la mañana. Abundan, Inocultables
y escandalosos ejemplos de rápidas y mal habidas riquezas.
La idea que prevalece, entre los
mexicanos, es que pocos políticos se salvan y sobresalen, por cumplir y
entregar buenos resultados. La mayoría, se pierde en la lucha del poder por el
poder, sin compromiso social, ni responsabilidad histórica, ni conciencia
social de los deberes y obligaciones del servidor público.
Y las preguntas se repiten. ¿Qué motiva
a los servidores públicos, el interés personal y de grupo, o el interés público
y social?
Injusto seguir perdiendo tiempo,
recursos y oportunidades. Es la hora de la política, pero de la buena; es la
hora de los políticos responsables, previsores y creativos. Transparencia y
rendición de cuenta verdaderas.
Gobernantes, funcionarios y servidores
públicos nunca deben olvidar que los mexicanos tenemos libertades y
derechos, para elegir o nombrar; y también, para quitar o revocar, así como para denunciar y exigir Justicia, contra ineptos y
corruptos, ineficientes y delincuentes.
Que hablen hechos y resultados. Reconocimiento y apoyo a los
buenos servidores públicos…si los hay.
-Academico.IIESESUV
@RafaelAriasH,Facebook:VeracruzHoydeRafaelAriasH