Por Miguel Angel Cristiani G.
Asistimos el pasado viernes, al concierto de la Orquesta Sinfónica de
Xalapa en el recién inaugurada sala de conciertos Tlaqná, que todavía no se
termina de construir, pero que ya está siendo utilizada para las audiciones de
la OSX, en la que nos llamó la atención la sencillez con que se desenvuelve la
nueva rectora de la Universidad Veracruzana Sara Ladrón de Guevara González.
Contrario a lo que estábamos acostumbrados, la rectora de la UV no se
hace acompañar por séquito de funcionarios y “colaboradores”, sino que únicamente
llegó con su hijo y un acompañante.
No vimos por ahí ni a Leticia Rodríguez Audirac, secretaria académica;
ni a Clementina Guerrero García, secretaria de administración y finanzas, a
Miguel Covarrubias, director del área académica de artes ni a Esther Hernández
Palacios, directora general de difusión cultural.
Otro detalle es que no se sentó en la zona de palco, sino que tomó un
asiento entre el público que nos encontrábamos en la sección general del salón.
Otro más, se paró y fue a saludar, acompañada de su hijo, a tres
personas ya adultos mayores, que se encontraban unas filas adelante hacia el
foro a quienes les preguntó si ya tenían los boletos para toda la temporada de
la sinfónica.
Otro hecho, es que la llamada Casa de Rectoría, que en los últimos
tiempos había permanecido en el abandonado, ha vuelto a ser ocupada por la
familia de la rectora, para aprovechar un inmueble que se estaba deteriorando
por falta de uso y mantenimiento.
Decía el politólogo tuxpeño Jesús Reyes Heroles, que las formas son el
fondo, y las formas con las que se conduce la nueva rectora de la Universidad
Veracruzana nos indican que no ha perdido el piso y sigue conduciéndose y
desempeñando su papel, sin perder el piso.
Aunque si la rectora de la Universidad Veracruzana se conduce con la
mayor sencillez, no se explica uno por qué en la zona general y del balcón
principal, del salón de conciertos se colocan algunos letreros de “reservado”,
la pregunta es si la autoridad no los usa, entonces para quien o para que se
hacen esos apartados.
A propósito de reservados, también resulta incómodo, sobre todo para los
adultos mayores, el que no se permita el acceso a los vehículos del público
asistente a los conciertos, aunque se tenga que subir hasta la loma, en
ocasiones bajo la lluvia, cuando está lloviendo.
Otro riesgo para todo público, es que no hay una iluminación adecuada en
los alrededores del salón de conciertos, incluso se tiene que iluminar con una
lamparita de mano, las escaleras a la salida, pero en cualquier rato, alguien
puede caer y resultar lesionado.
Según la pasada administración universitaria que encabezó Raúl Arias
Lobillo fueron más de 500 millones de pesos los que se gastaron-invirtieron, en
la construcción del salón de conciertos, que todavía en su techo, tiene algunos
tramos con maderas corrientes como si todavía se fueran a colocar las
definitivas.
Es innegable, que hubo una mala administración en la obra, ya que primero
se presupuesto en 250 millones y terminó duplicando su costo, pues se colocó un
sofisticado sistema de ventilación, en la parte baja de las butacas, que
cuentan con un ventiladorcito –como si en Xalapa hiciera calor- pero no se
terminó el techo.
La acústica tampoco es tan buena, pese a las calibradas milimétricas
lozas transparentes, que aparentemente no logran capturar los sonidos, porque
hasta los aplausos del público se pierden.
Todavía están a tiempo de hacer una minuciosa auditoria para comprobar
a ciencia cierta, en qué y en donde se invirtieron esos cientos de millones de
pesos, que no se ven reflejados en la construcción del salón de conciertos
Tlaqná, que se decía sería la de mejor acústica de toda Latinoamérica y en los
hechos no llegó a superar ni a las muchas que hay en la capital del vecino
estado de puebla.
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