La mente busca la verdad en sí misma, “camina”, piensa, reflexiona y se encuentra con las ideas; esas verdades inmutables que, a la vez, son indisolubles como las verdades físicas, las verdades matemáticas, las verdades lógicas y las verdades morales, que no cambian y que no necesariamente deben proceder de la experiencia.
Al pretender hablar sobre el conocimiento, se puede considerar que existe el conocimiento sensible y el conocimiento racional, ¿cómo es esto? Veamos, el conocimiento sensible o sensitivo tiene por instrumentos y aliados a los sentidos. En mi opinión, éste no brinda una certeza absoluta, es decir, no constituye un verdadero conocimiento de la realidad si no está supeditado a lo que cada uno siente, percibe y, al tomar en cuenta que cada uno es diferente, el conocimiento puede llegar a diluirse.
El conocimiento racional en su actividad más alta, la inteligencia, es el auténtico saber de los “por qué”; es todo aquello que podemos obtener mediante el uso de la razón humana, o sea, a través de la comprobación mental de los fenómenos de la realidad que son comprobables y verificables con el análisis realizado a partir de métodos reconocibles, demostrables y comprensibles.
La ciencia, por ejemplo, se caracteriza por basarse en conocimientos racionales, sistemáticos, exactos, y falibles, es decir, que las ideas generadas por la investigación científica se pueden probar e, incluso, llegan a fallar en determinados casos, pero esto es válido, porque con la comprobación se llega al conocimiento de lo verdadero. Con mi tesis, o hipótesis, comprobé qué era verdad y qué no. Por ello, el verdadero conocimiento no es inmudable, no cambia hasta que se eleva para ampliarlo o acrecentarlo.
¿Por qué menciono todo esto? En la actualidad, con todas estas corrientes ideológicas en un mundo posmodernista, se ponen en riesgo las verdades inmudables, por ello, se debe entender que una ideología es una colección de ideas, la cual se compone de lo que se considera la mejor forma, bien sea de gobernar, el mejor sistema económico, la mejor forma de vivir, entre otros aspectos. Estos hacen de lado las verdades fundamentales de la naturaleza, la vida, la ciencia y la moral, provocando un gran desorden y confusión.
El auge del relativismo se basa en que éste se trata de una corriente en la cual se afirma que todos los puntos de vista son igualmente válidos, “no hechos, sino interpretaciones”, “toda verdad es relativa”, como un enunciado que pretende ser verdadero. Si esto fuera así, entonces la afirmación resulta contradictoria, pues sostener que toda verdad es relativa implica que, incluso, este hecho mismo sea relativo y pueda haber una verdad absoluta, al menos como posibilidad.
Por otra parte, la posmodernidad defiende la diversidad y la posibilidad de que todos los individuos piensen de diferente manera, la existencia del caos y del conflicto como un estado viable, la aceptación de que no existen verdades absolutas con blanco y negro, sino con cientos de grises o matices, el individualismo, el rechazo al cumplimiento de las normas tradicionales, la negación de que las sociedades futuras serán más humanas, entre otros pensamientos. Todo ello influye en la sociedad y, especialmente, en aquellas personas que se dejan llevar por estas corrientes, generando así un desorden en las relaciones sociales, las tradiciones, la valoración del pasado y de la historia al dejarlos en segundo plano, y no se diga de los valores y las verdades intangibles que hacen del ser humano un ser racional, capaz de obtener conocimiento de lo verdadero de las ciencias formales, de las ciencias naturales y de las ciencias sociales.