Con el asunto de la pandemia, los estudiantes de nivel superior han retomado las clases presenciales. Al salir de la Universidad dos estudiantes se preguntaban, uno al otro, lo siguiente: “oye, ¿qué fue primero, el huevo o la gallina?, ¿los pensamientos o el lenguaje?
El pensamiento crea y
determina al lenguaje; éste, a su vez, enriquece y revoluciona al pensamiento
de tal forma que ambos mantienen una relación mutua, estrecha interdependiente
y dinámica al momento de expresarse.
El lenguaje conserva estrecha
relación con diversos procesos psicológicos, ya sea la atención, la memoria o
el razonamiento. En concreto, la relación entre el lenguaje y el pensamiento
plantea cuestiones fundamentales.
¿Está primero el lenguaje o el
pensamiento? Veamos:
1. La teoría de que “el
lenguaje está antes que el pensamiento” plantea que el idioma influye o determina
la capacidad mental. En esta corriente lingüística influye Noam Chomsky, quien
hace suponer que el pensamiento se desarrolla como consecuencia del progreso
idiomático.
2. La teoría del “pensamiento
antes del lenguaje” sostiene que la capacidad de pensar influye en el idioma.
No en vano, René Descartes acuñó la frase “primero pienso, luego existo”. Otros
dicen: “tengo dificultad para expresar lo que pienso”, y ante ello se afirma
que el lenguaje se desarrolla a partir del pensamiento.
3. La “teoría simultanea”
define que tanto el lenguaje como el pensamiento están ligados entre sí. Esta
teoría fue dada a conocer ampliamente por el psicólogo ruso Vygotsky, quien
explicaba que el pensamiento y el lenguaje se desarrollaban entre una
interrelación. “El lenguaje está particularmente ligado al pensamiento”.
¿Tú que piensas? ¡Exprésalo
con el lenguaje!
Este tema fascinante invita a
pensar cómo explicarse el porqué de las cosas; es un buen pretexto para
estudiar las ciencias que conciernen al lenguaje y al pensamiento de todo ser dotado
de capacidad racional.
Entonces, si el pensamiento
está interrelacionado con el lenguaje, ¿por qué hay seres racionales que
piensan una cosa y dicen otra? Creo que a eso se le llama “mentira”, “dualidad
de pensamiento” o lenguaje erróneo: deshonestidad.
La confianza y toda la vida
social quedan gravemente heridas por culpa de la mentira; se miente en la
familia, en las relaciones interpersonales y en todos los ámbitos, porque la
mentira implica engaño, traición e injusticia, además de que la mentira nace
cuando uno quiere “usar” la buena fe de otros para satisfacer un pequeño gusto
egoísta o para alcanzar una enorme ganancia a costa de los demás.
En el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 2482) es recogida
la famosa definición sobre la mentira de san Agustín: “la mentira consiste en
decir falsedad con intención de engañar” (san Agustín, De Mendacio 4, 5).
Hay que revisar continuamente el corazón para ir descubriendo
la raíz de la mentira; es el un amor desordenado hacia uno mismo que lleva al
desprecio de Dios y de los demás
La mentira inicia en el interior, en la ambición corrosiva,
en el rencor siempre encendido, en la envidia, en la sed de venganza. Otras
veces, la mentira nace desde un falso sentido de conservación: para ocultar un
error, un fracaso, para evitar un castigo o para no desdibujar la buena imagen
que otros tengan de nosotros.
La mentira es una traición a la libertad de uno mismo porque
es una violación a la libertad y al derecho del otro; por lo tanto, de qué te
sirve pensar bien, reflexionar si lo que piensas y sabes no lo expresas con
toda verdad.
Para concluir, hacer una declaración falsa con toda la
intención de engañar es mentir, sin embargo, tengo que reconocer que, en
ocasiones, no hay intención de engañar, pues es la ignorancia la que prevalece,
ya que, si una persona hace una declaración que piensa que es falsa, pero en
realidad es verdadera, aun así, si habla en desacuerdo con su mente, no deja de
mentir.
¡La mentira crea grandes
dificultades que hasta uno mismo se las comienza a creer!