RUAN ÁNGEL BADILLO LAGOS
QUÉ MIRAS POR LA VENTANA
Todo parece igual, el tiempo, las horas, incluso las personas, sin embargo, algo nuevo surgirá. Mi deseo fundamental es que te percates de que ya viene.
Lo decía Amado Nervo en su poema titulado “Desde la ventana”.
“Qué miras por la ventana
Miro el sol que ya se va
y me dice ¡hasta mañana!
¡Di, madre, que volverá!
Volverá, niño querido,
hasta tu cuna entrará;
y si te encuentra despierto,
¡qué contento se pondrá!”.
(Fragmento)
La ventana es una abertura en la pared, la cual sirve para mirar, ventilar y recibir luz. Una de las principales misiones que cumple una ventana es la de permitir que, a través de ella, se dé la comunicación del que se encuentra en el interior con el que está en el exterior, por ello, es evidente que, tratándose de personas, es necesario disponer de un sistema para abrirlas y cerrarlas.
La ventana es como esa mirada diáfana que deja pasar la luz a través de sí; muchas veces, casi en su totalidad. Las cortinas, igual que los párpados de los ojos, dejan pasar lo claro, lo transparente y lo cristalino de los rayos del sol.
Resulta necesario comprender profundamente que la mirada está ligada a la luz y a la visibilidad con la cual todos contamos, por el mero hecho de ser hombres; desde ese carácter, se hace alusión a un sol que nace en lo alto.
La luz que irradia ese sol proviene de lo alto y de éste habla Amado Nervo en su poema “Desde la ventana”. Cuando el niño mira por la ventana, se da cuenta de que, a diferencia de los cuerpos celestes y de los objetos naturales de extensión limitada, situados en el espacio, como la luna, los planetas, los cometas o los asteroides, el sol volverá cada mañana y hasta su cuna entrará.
“Los ojos son las ventanas del alma”, reza el antiguo refrán popular, por lo cual, los enamorados de antaño atisbaban, observaban con cuidado y disimulo la ventana de la amada, quien cubría su rubor con un abanico español pintado a mano.
El recato acompañaba a los enamorados que se conformaban con una mirada diáfana, capaz de observar lo “profundo del alma”. Esos amantes a la antigua, que hoy son escasos, o nulos, eran capaces de conformarse con una mirada por la ventana de esos hermosos ojos que aguardaban a la espera.
Existen diferentes tipos de miradas; las hay intensas, prolongadas, esquivas, amenazadoras, inseguras, dominantes, cabizbajas por las penas de la vida, así como profundas, transparentes y tiernas. Yo no sé cómo es tu mirada, pero del modo que fuere, te diré, anda, ¡mira por la ventana!
Así, verás el sol que te visita desde lo alto para iluminar a todas aquellas miradas que viven en sombras de muerte. El sol guiará tus pasos, porque vivir en la oscuridad es perder la mirada sobre muchas cosas de la vida; nos perdemos de los colores, nos perdemos de las sonrisas, nos perdemos de los horizontes y nos arriesgamos a perdemos también del cielo.
El sol volverá cada mañana, amigo mío, y hasta tu lecho entrará, aunque no lo vieres. Él siempre está, toca a la ventana para que abras las cortinas de par en par, y pueda entrar a iluminar tu caminar, cada paso, cada estar y, como un padre, te quiere abrazar. No le niegues tu mirar, dile, pasa, amigo bueno, estoy aquí una vez más, condúceme por el camino de la paz.
“La ventana”
Hoy yo quiero mirar
qué miras por la ventana.
Miro el sol que aquí está
y me dice “al fin te encontré,
¡juntos hasta la eternidad!”.
Y tú, amigo, ¿qué miras por la ventana
cada mañana al despertar?
¡Miro al sol que siempre me iluminará!