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domingo, 17 de agosto de 2025

HE VENIDO A TRAER FUEGO A LA TIERRA

 "Lámpara es tu Palabra para mis pasos, una luz en mi sendero" (Sal 119, 105)

XX Domingo Ordinario. Ciclo C

Pbro. José Manuel Suazo Reyes 

En el evangelio que escucharemos este domingo (Lc 12, 49-53) Jesús usa unas frases, un poco desconcertantes, que es necesario comprender para tratar de descubrir el mensaje que nos quiere transmitir. 

En efecto Jesús dice: He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuanto desearía que ya estuviera ardiendo! ¡Tengo que recibir un bautismo ¡y cómo me angustio mientras llega! ¿Piensan que he venido a traer paz a la tierra? No he venido a traer la paz, sino la división. 

Las imágenes del Fuego y del Bautismo, tomadas de forma aislada, tienen significados muy diferentes, pero cuando van unidas hacen referencia a la pasión de Jesús que bien puede ser presentada como un fuego que devora y purifica o como una inmersión bautismal en las aguas profundas del sufrimiento o de la muerte. Se trata del bautismo de sangre que vivirá con su pasión en la cruz; es la asimilación del sufrimiento, del dolor y de la muerte para la salvación de la humanidad. Se trata además del fuego de su amor. El fuego simboliza también al Espíritu Santo que será donado como fruto de su pasión, muerte y resurrección. 

Por lo tanto, con estas imágenes del fuego y del bautismo, Jesús expresa el deseo intenso de llevar a plenitud la salvación de la humanidad que tiene que pasar  por la experiencia amarga de la cruz. 

Jesús menciona además que él no ha venido a traer la paz sino la división. Esto aparentemente contrasta con su mensaje donde él dice expresamente a los apóstoles: mi paz les dejo mi paz les doy (Jn 14, 27) o con el saludo pascual que hace varias veces a sus discípulos: La paz esté con ustedes (Jn 20, 19.26)

Jesús no se contradice consigo mismo. En efecto él es el portador de la paz y dona su paz en el interior de cada persona. Jesús es la paz porque con su presencia libera a la persona de los desórdenes y divisiones interiores que causa el pecado. Jesús conduce a las personas a la amistad con Dios padre y las orienta a vivir en su voluntad; Jesús lleva además a las personas a una relación fraternal ya él nos enseña a amarnos como hermanos. 

La división de la que habla Jesús ciertamente se realiza al menos en estos 3 sentidos: 1. la lucha interior que debe hacer cada persona cuando acepta la invitación de Jesús a seguirlo; 2. la división que se genera entre quienes viven un estilo de vida cristiano o quienes son indiferentes al evangelio y por último la separación que se produce entre lo bueno y lo malo gracias a la luz del evangelio. 

La lucha interna que se hace dentro de una persona sucede porque el mensaje que Jesús nos anuncia nunca nos deja indiferentes y por lo mismo, nos provoca a tomar una decisión. El mensaje de Jesús no nos deja indiferentes o tranquilos, sobre todo cuando una parte de nosotros desea seguir sus enseñanzas y otra se revela. 

La división de la que habla Jesús se realiza también cuando su Palabra nos conduce a tomar elecciones fundamentales de vida.  Hay quienes aceptan el mensaje del evangelio y quienes lo rechazan. Esto sucede incluso al interior de las familias, o en el ámbito de trabajo o en la búsqueda de las relaciones humanas. Un cristiano no puede conducirse por el principio de lo políticamente correcto o vivir un falso irenismo. Hay ocasiones donde las circunstancias exigen tomar un posicionamiento y resulta hasta un deber hacerlo.

Por último, el mensaje de Jesús nos ayuda a distinguir entre la verdad y la falsedad. Eso genera también una separación o división. A la luz del evangelio uno puede distinguir entre la luz y las tinieblas, entre la verdad y los errores, entre lo que es justo y lo que no es, entre el bien y el mal. 

Frente a Jesús no se puede permanecer indiferente, se necesita hacer una opción en el estilo de vida que uno desea llevar, o con él o en contra de él.