Por Miguel Ángel Cristiani
¿Qué significa la continuidad de un rector en funciones
cuando su permanencia es cuestionada por la comunidad? Esta pregunta no solo se
plantea en el campus de la Universidad Veracruzana (UV), sino que resuena en el
corazón de una sociedad que anhela instituciones educativas sólidas,
transparentes y comprometidas con la verdad. A 19 días de que, de acuerdo con
la ley, el nuevo rector asuma el cargo, la figura de Martín Aguilar Sánchez se
encuentra rodeada de incertidumbre, impugnaciones y un descontento palpable
entre estudiantes y académicos.
La UV, una de las instituciones más emblemáticas del país,
enfrenta un momento crítico. La prolongación del mandato de Aguilar no solo desafía
la legalidad, sino que también pone en entredicho la confianza de la comunidad
universitaria. Desde el inicio de su gestión, ha habido señales de descontento
que han escalado en un clima de tensión. Finalmente, diversos amparos e
impugnaciones han sido presentados, reflejando un malestar que no puede ser
ignorado.
La situación es aún más preocupante considerando el contexto
institucional. La UV ha sido históricamente un bastión de pensamiento crítico y
autonomía. Sin embargo, la prolongada permanencia de un rector en funciones
grises, bajo la sombra de la impugnación puede interpretarse como un síntoma de
una crisis más profunda: la falta de voluntad para aceptar la crítica y la
resistencia al cambio. En un entorno donde la participación estudiantil es
crucial, el retorno a clases el próximo lunes promete ser un escenario de
manifestaciones, una clara señal de que la comunidad no se quedará en silencio.
Es esencial recordar que la legitimidad de un líder no
proviene únicamente de un nombramiento formal, sino de la aceptación y el
respeto que logra cultivar entre sus pares. En este sentido, la figura de
Martín Aguilar se ha tornado controvertida. Las redes sociales han servido como
plataforma para organizarse y manifestar el descontento. Grupos en WhatsApp han
surgido para coordinar acciones, lo que evidencia una movilización que, si bien
es digital, tiene profundas raíces en la realidad cotidiana de los estudiantes.
A esto se suma el impacto de la gestión de Aguilar en
aspectos críticos como la transparencia y la rendición de cuentas. En un mundo
donde la información fluye con rapidez, la opacidad puede convertirse en un
enemigo formidable para cualquier administración. La falta de comunicación y el
silencio ante las inquietudes de la comunidad universitaria generan un vacío
que solo alimenta la desconfianza. ¿Cómo puede un rector sostener su posición
cuando hay voces que claman por un cambio y por una dirección más clara?
Es imperativo que el próximo lunes, en el retorno a las actividades,
no solo se escuche el clamor de quienes se manifiestan, sino que también se
abra un espacio para el diálogo. La universidad debe ser un lugar de reflexión
y debate, un espacio donde las diferencias se discuten y no se esconden. La
confrontación pacífica puede ser el primer paso hacia la reconstrucción de un
tejido social desgastado por la incertidumbre.
Esta situación no es solo un asunto interno de la UV; es un
reflejo de una cultura política que a menudo elige la continuidad por encima
del cambio. En un país donde las instituciones educativas deben ser faros de
esperanza y progreso, la resistencia al cambio puede tener consecuencias
devastadoras. La comunidad universitaria debe ejercer su derecho a cuestionar y
demandar rendición de cuentas, no solo por su bienestar, sino por el futuro de
la educación en México.
Finalmente, ¿Qué legado dejará este triste episodio en la
historia de la UV? La respuesta depende de la capacidad de sus miembros para
involucrarse activamente en la defensa de sus derechos y la construcción de un
entorno inclusivo y democrático. La crítica, cuando es constructiva y
fundamentada, se convierte en una herramienta poderosa para el cambio. Así, la
UV tiene la oportunidad de redefinir su rumbo y reafirmar su compromiso con la
verdad y la justicia.
Es hora de que la comunidad universitaria se levante, no
solo para exigir cambios, sino para ser parte activa de ellos. La historia se
escribe con acciones, y el momento es ahora.