Hora cero
Luis Alberto Romero
En un mundo cada vez más afectado por el cambio climático, el concepto de huella de carbono ha dejado de ser una noción técnica exclusiva de especialistas ambientales para convertirse en una métrica crítica que involucra a gobiernos, ciudadanos y, especialmente, al sector empresarial.
La huella de carbono representa el total de gases de efecto invernadero (GEI) emitidos directa o indirectamente por una actividad humana, y su reducción es un componente esencial en la lucha global contra el calentamiento global.
Las empresas, como actores importantes en la economía y el desarrollo, no pueden mantenerse al margen de este tema. Su capacidad para transformar procesos productivos, innovar tecnológicamente y generar un impacto a gran escala las convierte en piezas fundamentales de cualquier estrategia de mitigación climática.
Afortunadamente, algunas compañías están asumiendo este rol con la seriedad que exige la situación; un ejemplo concreto en México es Altosano Granjas Carroll, cuya experiencia merece destacarse como modelo de responsabilidad ambiental y social.
Esta empresa, que opera en los estados de Puebla y Veracruz, ha dado pasos significativos para reducir su huella de carbono. Su compromiso va más allá de cumplir con la legislación vigente, como lo demuestra la elaboración anual de su inventario de emisiones en concordancia con el Registro Nacional de Emisiones (RENE) y su alineación con estándares internacionales como el Pacto Global de las Naciones Unidas.
Estas acciones no solo abonan a la transparencia y la rendición de cuentas, sino que permiten definir estrategias claras para disminuir su impacto ambiental.
Entre sus medidas destacadas se encuentra el uso de biodigestores para tratar aguas residuales y capturar metano, un potente GEI, transformándolo en biogás para generación de energía. Esta solución es ejemplar porque convierte un residuo en un recurso, disminuyendo simultáneamente la contaminación del agua, la emisión de gases nocivos y el uso de combustibles fósiles.
Pero el compromiso de Altosano Granjas Carroll no se queda ahí. La empresa también ha adoptado una serie de medidas complementarias como la modernización de sus sistemas de tratamiento de agua, la transición a iluminación LED, el uso de motores de alta eficiencia, vehículos híbridos, y el cumplimiento de normas EURO en su transporte pesado.
Estas prácticas se traducen en un impacto concreto: evitar la emisión de aproximadamente 95,000 toneladas de CO₂ equivalente al año, una cifra que da cuenta del potencial transformador de las decisiones empresariales bien encaminadas.
La sustentabilidad empresarial no solo es una exigencia ética y ambiental, sino también una estrategia inteligente de negocios. Invertir en eficiencia energética, tecnologías limpias y procesos sostenibles reduce costos a largo plazo, mejora la reputación corporativa y abre puertas a nuevos mercados, especialmente aquellos que exigen certificaciones verdes o compromisos climáticos.
Sin embargo, es fundamental que estas iniciativas no se queden en acciones aisladas o en la lógica del “greenwashing”. La clave está en la continuidad, la sistematización de esfuerzos y la integración del compromiso ambiental en la cultura organizacional de la empresa. En este sentido, Altosano Granjas Carroll parece entender que la sustentabilidad no es una moda ni un accesorio, sino parte esencial del futuro de cualquier compañía con visión.
Reducir la huella de carbono no es una opción, es una necesidad urgente. Y en esta tarea, las empresas tienen la responsabilidad —y la oportunidad— de ser agentes de cambio. Altosano Granjas Carroll ofrece un ejemplo claro de cómo es posible producir, generar valor y al mismo tiempo contribuir a un entorno más sano y equilibrado.
Ojalá más empresas tuvieran el mismo compromiso.
@luisromero85