Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
El escándalo de los ventiladores que Manuel León
Bartlett Álvarez vendió al IMSS con un sobreprecio de entre el 80 y 85 por
ciento, sacó de sus casillas a Andrés Manuel López Obrador que no tuvo empacho
en volver a mentir: “Quien sea acusado de actos de corrupción, de cualquier
ilegalidad tiene que ser investigado, sancionado y no debe de permitirse la
impunidad. No somos iguales a los gobiernos de antes, a veces calienta porque
nos confunden, pero no somos iguales, nosotros llegamos aquí para limpiar de
corrupción el gobierno, para desterrar la corrupción”.
Puede que no sean iguales, pero cómo se parecen.
Con lo pichicato que es Andrés Manuel para soltar
dinero y con el control que tiene sobre los contratos, el del hijo del director
de la CFE tuvo que haber pasado forzosamente por su escritorio; forzosamente.
El presidente tuvo que haberlo visto, tuvo que saber
que era por adjudicación directa y tuvo que haberlo palomeado porque de otra
manera nadie lo habría autorizado. Así que no venga con cuentos.
Su impaciencia por acabar con la corrupción se está
volviendo una obsesión patológica, pero ni viviendo veinte vidas lo logrará
porque la corrupción es un mal endémico. Así como hay hombres y mujeres buenos,
honestos y trabajadores, así también hay transas, ladrones y corruptos.
Y los hay en todos los países porque la corrupción es
una pandemia mundial incurable. Sólo que en naciones como Nueva Zelanda y
Dinamarca los buenos son mayoría en relación a los malos. En México es a la
inversa. Si antes los ladrones y corruptos eran priistas y panistas, ahora
siete de cada diez miembros de la 4T son corruptos y ladrones. Y aquel que lo
dude que se dé una vueltecita por Veracruz.
Alguien debe decirle a Andrés Manuel que nadie, en
ninguna época, ha acabado con la corrupción; lo único que han hecho es
inhibirla. Y si piensa que será la excepción a la regla y pasará a la historia como
el hombre que acabo con ella se equivoca. Y se equivoca porque cuando llegó al
poder lo hizo acompañado de un grupo de corruptos, no sólo de su mismo partido,
sino de partidos de oposición que no se purificaron cuando se pasaron a Morena.
Cada vez que dice que la corrupción ya se acabó y que
los corruptos no tienen cabida en su gobierno, se muerde la lengua. ¿Qué son (por
poner dos ejemplos) Manuel Bartlett y Ana Gabriela Guevara? ¿Hermanitas de la
caridad?
Andrés Manuel “instruyó” a la secretaria de la Función
Pública Irma Eréndira Sandoval a que “investigue” el asunto del hijo de
Bartlett y lo que hará la mujer será esperar línea del propio AMLO. Si este baja
el pulgar, Bartlett Álvarez quizá sea inhabilitado, pero si ordena que no lo
toquen, Irma Eréndira tendrá que hacer las mismas maromas que hizo con Bartlett
papá, es decir, buscará cualquier resquicio legal para absolver al junior a fin
de que se siga despachando con la cuchara grande.
Si Andrés Manuel es incapaz de echarse a la bolsa un
peso que no sea suyo, se corrompe por omisión y aceptación al mirar hacia otro
lado mientras algunos de sus funcionarios se corrompen a lo bárbaro.
Y no sólo hay secretarios corruptos en Morena, también
hay legisladores federales y locales, alcaldes, síndicos, regidores,
directores, subdirectores, gobernadores y canchanchanes de los gobernadores
metidos en el ajo. Y Andrés Manuel que tiene todo el poder debe saberlo muy
bien.
¿Que no son iguales a los anteriores corruptos? Por
Dios, nomás basta verlos de lejos para jurar que son gemelos.