“Yo he venido para que tengan vida y vida en
abundancia” Jn 10,10
Prot. 65/20
A
todo el pueblo de Dios que peregrina en México, a nuestros gobernantes y a
quienes tienen bajo su
responsabilidad las decisiones de hacer este país más justo, más libre, más
humano, a los católicos diseminados por todo el territorio mexicano y a todas
las personas de buena voluntad.
Introducción
Lo que los Obispos de México vemos
Lo que los Obispos de México pensamos
Lo que los Obispos de México vemos
Lo que los Obispos de México pensamos
1.
Como Obispos de la Iglesia que peregrina en México y
fieles a la misión que Cristo Redentor nos ha encomendado de cuidar a sus
ovejas (cf. Jn. 21,15), presentamos esta Declaración en un momento en que
nuestro querido pueblo sufre los embates, cada vez más constantes, de la
“cultura de la muerte” y se enfrenta a una serie de desafíos que, como
Pastores, estamos llamados a iluminar y dar, así, “razón de nuestra esperanza”
(1 Pe. 2,15) ante tanta confusión en torno al don de la vida y de la dignidad
de la persona humana, fundamentados en una visión antropológica que tiene sustento
tanto en la luz de la razón como
en la revelación cristiana, por ello, “creemos que la Iglesia en México necesita sentarse a los pies de la Virgen
Madre para alentar la esperanza de ser un solo pueblo. La restauración de
nuestra responsabilidad necesita de su corazón materno. Ella puede ayudarnos a
sentirnos pueblo e identificarnos con el pueblo. Ella nos invita a contemplar,
creer, vivir y anunciar el misterio de la Redención realizado por Jesús” (PGP 12).
2. Es en la persona de
Jesucristo Redentor y en su mensaje, que cada ser humano descubre y conoce el don de la vida humana y su propia dignidad 1. El pueblo de México es un pueblo
que ama y celebra
la vida humana, que es sagrada desde su inicio
pues comporta la acción creadora de Dios (cf. Donum vitae, 5), por eso, ante las más
diversas y complejas situaciones (sismos, huracanes y otros desastres), nos
unimos como hermanos y tendemos la mano al que sufre y lo necesita, teniendo presente lo que en su momento
nos dijo la Virgen de Guadalupe, nuestra Madre: “¿No estoy yo aquí que soy
tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy la fuente de tu alegría?
¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos?
¿Qué más puedes querer?” (Nican Mopohua 119).
3. A
través de esta Declaración, como Pastores de la Iglesia que peregrina en
México, nos comprometemos a continuar predicando y promoviendo el Evangelio de la vida, tanto pública
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1 Cf. Conferencia del
Episcopado Mexicano. Carta Pastoral Del
encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos 12.
como
privadamente, con una visión antropológica cristiana propuesta en el libro de
Génesis, donde encontramos los siguientes fundamentos: “la inalienable dignidad
de la persona humana, que tiene su raíz y su garantía en el designio creador de
Dios; la sociabilidad constitutiva del ser humano, que tiene su prototipo en la
relación originaria entre el hombre y la mujer, cuya unión es la expresión
primera de la comunión de personas humanas; el significado del actuar humano en
el mundo, que está ligado al descubrimiento y al respeto de las leyes de la
naturaleza que Dios ha impreso en el universo creado, para que la humanidad lo
habite y lo custodie según su proyecto. Esta visión de la persona humana, de la
sociedad y de la historia hunde sus raíces en Dios y está iluminada por la
realización de su designio de salvación” (CDSI 37).
5. Este año, también ha
traído a México otra peste mortal: la violencia y la inseguridad que han
alcanzado niveles nunca antes vistos. Esta peste no proviene de la naturaleza,
sino del corazón herido por el pecado. Como Caín hizo con Abel, el hombre
moderno no solo se desentiende de su
hermano, sino que lo ataca y lo mata: “Entonces el Señor dijo a Caín:
¿Dónde está tu hermano
Abel? […] ¿Qué has hecho?
La voz de la sangre
de tu hermano clama a mí desde la tierra” (Gén. 4, 9-10).
Se revive la maldición del hombre que daña a su hermano con una agresión irracional. Se
nubla el amor al prójimo en las mentes y los corazones. Los niveles de
violencia nos asombran y nos duelen por su cantidad, frecuencia y crueldad, y
no podemos quedarnos indiferentes ante ello.
6.
San Juan Diego, le dijo a la Virgen: “Muchachita mía, que está muy grave tu amado pueblo,
una gran pena se le ha asentado” (Nican
Mopohua 111-12). Estas palabras, hoy resuenan nuevamente con gran
actualidad, ante la situación que estamos viviendo en nuestro querido país.
Numerosos mexicanos experimentan dolor y confusión. Observamos a la “cultura de la muerte” que está golpeando
fuerte y repetidamente el corazón del pueblo mexicano y que se manifiesta, entre otras formas:
a.
En actos de violencia, cada vez más numerosos y cruentos, en homicidios y agresiones
contra grupos vulnerables (mujeres, niños,
ancianos, indígenas), en desapariciones, en actos de violencia física y sexual, en
secuestros y en otras formas de herir y dañar al prójimo, como ya hemos mencionado.
b.
En
una glorificación, cultural
y mediática, de la agresión
y del crimen que seduce a los jóvenes y los arrastra a sus redes.
c.
En considerar que la vida de un
hijo es derecho de un adulto, que solo merece nacer y vivir si es deseado.
d.
En confrontar a la madre y sus anhelos contra la
vida de su hijo.
e.
En volvernos insensibles ante la eutanasia.
f.
En la fractura de la propia familia.
g.
En
los esfuerzos por legalizar los estupefacientes y otras drogas,
a pesar de sus efectos nocivos en las personas y las familias.
h.
“En la promoción de una visión pobre y deformada de
la sexualidad que separa el género (dimensión socio-cultural de la sexualidad)
de la identidad sexual (perfección ontológica de la persona) cayéndose así en
una postura ideológica altamente nociva (ideología de género).” (Cf.
Congregación para la Educación Católica, Varón y mujer los creó. Para una vía de diálogo sobre la cuestión del
“gender” en la educación, Ciudad del Vaticano
2019.).
i.
En la despersonalización de las relaciones humanas
por abusos sufridos en redes sociales. Estas redes, que son una gran
herramienta que ha traído grandes espacios de
interacción, también están creando espacios de soledades
interconectadas, de ciberacoso y de pérdida de
identidad.
j.
En prácticas extendidas de corrupción y de desprecio
de la cultura de la legalidad.
k.
En el crecimiento de la trata de personas con fines
de explotación sexual o laboral.
l.
En la indiferencia de algunos, que podrían mejorar
las condiciones de vida y trabajo de su prójimo, con prácticas laborales orientadas
a la persona más que al provecho económico.
m.
En el abuso y daño de la naturaleza,
por consumismo extremo y negligencia personal y social.
Estos
signos, no intentan ser un diagnóstico exhaustivo, sino la exposición de
algunas de las manifestaciones más visibles de los desafíos que enfrentamos
como país, en relación con la dignidad de la persona humana.
7.
Ante este panorama, permeado por la “cultura de la muerte”, como Obispos
“creemos que la Iglesia en México necesita sentarse a los pies de la Virgen
Madre para alentar la esperanza de ser un solo pueblo. La restauración de
nuestra responsabilidad necesita de su corazón materno. Ella puede ayudarnos a
sentirnos pueblo e identificarnos con el pueblo. Ella nos invita a contemplar,
creer, vivir y anunciar el misterio de la Redención realizado por Jesús” (PGP 12), lo que nos lleva a tomar conciencia de estas situaciones y ver la manera de hacernos
cargo de ellas.
8.
Como Iglesia peregrina en México, debemos estar
atentos a los signos de los tiempos, y hoy, con gran pesar, vemos que algunos
proponen programas de gobierno, leyes, y criterios judiciales que atentan
contra la dignidad de la persona humana y en particular contra su vida. Dichas acciones,
son confusas para la mayoría
de los mexicanos y son contrarias, no solo a
las
enseñanzas de la Iglesia, sino a las exigencias objetivas de la dignidad y los
derechos fundamentales de la persona humana, contradicen la búsqueda del bien
común de toda la sociedad y la tradición de valores que alimentan a nuestra
cultura nacional. Así lo hemos expresado en el Proyecto Global de Pastoral:
“Nos preocupa el arribo de esta nueva cultura que desdibuja y mutila la figura
humana, y es aquí donde se encuentra el corazón de la profunda transformación que se está dando y lo que nosotros identificamos y llamamos como el núcleo cultural fundamental: ¡la
negación de la primacía del ser humano! (cfr. EG 55), es decir, nos encontramos
ante una profunda crisis antropológico-cultural.
En múltiples intervenciones el Papa Francisco ha identificado claramente este
fenómeno humano y lo ha llamado “cultura del descarte” (cfr. EG 53)” (PGP 20),
por tanto, “nadie puede atentar contra la vida de un hombre inocente sin
oponerse al amor de Dios hacia él, sin violar un derecho fundamental,
irrenunciable e inalienable, sin cometer, por ello, un crimen de extrema
gravedad” (Declaración Iura et bona, I,1).
9.
Es por eso que, como Iglesia, nos comprometernos a favor de la vida y la dignidad humana. Estamos seguros de que el amor
maternal de María de Guadalupe seguirá acompañando a nuestro país (cf. Jn 19,
26-27). Queremos invitar a una participación más constructiva y propositiva de
líderes de nuestra nación, en especial a los dirigentes del gobierno, líderes
sociales, medios de comunicación social y responsables de la educación pública
y privada, para que tomen un papel importante para sustituir a la “cultura de la muerte”, con el anuncio
atractivo de la cultura de la vida y la dignidad humana. Recordamos también,
que no es moralmente lícito que un católico
justifique, apoye o participe en los abusos
arriba enunciados. Esto
representa, atentar contra la vida humana y la dignidad de la persona. Como el
Papa Francisco, nos recuerda: “Aún el más débil y más vulnerable - el enfermo,
el anciano, el no- nacido y el pobre - son obras maestras de la creación de
Dios, hechos en su propia imagen, destinados a vivir para siempre y mereciendo
la más fundamental reverencia y respeto (17 de agosto, 2013).”
10.
Un pueblo, redimido por Cristo, es capaz de defender
la vida y la dignidad de la persona humana. Reconocemos la voz y presencia de quienes acogen
estos desafíos, toman
conciencia, alzan la voz y actúan de manera pacífica y ordenada desde
diversas confesiones religiosas o procedencias
geográficas y sociales. Hay, cada vez más servidores públicos en los tres niveles de gobierno que, firme y
claramente, toman una posición a favor, por ejemplo, del derecho a la vida de
los no nacidos. Más artistas y representantes de la cultura, también van
tomando una postura clara y visible
a favor de la vida y la dignidad humana.
Médicos, abogados y otros
profesionales se pronuncian a favor de una agenda
social que busque
la dignidad de la persona, el bien de la familia y el
desarrollo de la sociedad, en un entorno de libertad y corresponsabilidad. Quitar
a Dios de en medio,
o vivir como si no existiese, solo puede generar desorden y caos, con razón, Pablo
VI afirmaba en Populorum progressio: “Ciertamente el hombre puede organizar la
tierra sin Dios, pero, al fin y al cabo, sin Dios, no puede menos de organizarla contra el hombre” (PP 42).
a.
Celebramos que cada persona es creada por Dios como
un ser que merece ser amado por sí mismo y nunca deber ser usado como mero medio.
La vida que cada ser humano
posee desde la concepción y hasta la muerte natural, es un don que hay que
custodiar como algo verdaderamente sagrado.
b.
Afirmamos, acorde con la evidencia
científica, que la vida humana comienza desde
el momento de la concepción2.
c.
Reafirmamos que todo ser humano es merecedor de
respeto, debe ser reconocido y tratado como persona,
sin limitarlo por su grado
de desarrollo, su salud, su origen o su condición social o económica. El
Catecismo de la Iglesia Católica es
muy claro al respecto: “La justicia social sólo puede ser conseguida sobre la
base del respeto de la dignidad trascendente del hombre […] El respeto de la
persona humana implica el de los derechos que se derivan de su dignidad de criatura.
Estos derechos son anteriores a la sociedad y se imponen a ella […] El respeto
a la persona humana supone respetar este principio: «Que cada uno, sin ninguna
excepción, debe considerar al prójimo como “otro yo”, cuidando, en primer lugar,
de su vida y de los medios
necesarios para vivirla
dignamente» (GS 27)” (CEC 1929-1931).
d.
Reconocemos que la persona humana no es instrumento o decisión de otro ser humano,
es un fin en sí mismo y no un medio, es un sujeto y no un objeto, por tanto,
posee una dignidad propia (cf. VS,
50) de la que brotan unos derechos inalienables, en especial el derecho a vivir.
e.
Denunciamos todo intento explícito o velado, directo
o sofisticado, de justificar el aborto provocado o de arrebatar la protección
jurídica a los hijos antes de nacer. Debemos ser claros al respecto: “La vida
humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la
concepción. Desde el primer momento de su existencia,
el ser humano debe ver reconocidos sus derechos
de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida” (cf. Donum vitae
1, 1).
f.
Confiamos en que habrá políticas de salud que
excluyan la eutanasia (que elimina la vida del paciente) y se centren en los
cuidados paliativos y el acompañamiento. La
Declaración sobre la eutanasia Iura
et bona concluye diciendo: “Si por una parte la vida es un don de Dios, por otra la muerte
es ineludible; es necesario, por lo tanto,
que nosotros, sin prevenir en modo alguno la hora de la muerte, sepamos
aceptarla con plena conciencia de nuestra responsabilidad y con toda dignidad”.
g.
Nos sumamos a la promoción de la salud y la dignidad
humana plena, para lograr una sociedad sin adicciones ni consumo de drogas, conscientes de que “el uso creciente
de productos psicoactivos, es decir, de sustancias que tienen efectos
estimulantes o inhibidores sobre el cerebro, la difusión de algunos de estos productos
y la continua
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2 Jean
Rostand, Premio Nobel de Biología sentencia: «En la primera célula constitutiva
de la persona humana, es decir en el óvulo fecundado, existe
un ser humano. El hombre,
todo entero, ya está en el óvulo fecundado».
El Dr. Jérôme Lejeune, padre de la genética
moderna a quien
la ciencia mundial
reconoce unánimemente como uno de los primeros y más calificados
investigadores en genética y
reconocido mundialmente por sus
descubrimientos, sentenció: «La vida humana siempre comienza con la
fecundación, no con la implantación. Allí, a nivel molecular, comienza la vida,
y la dignidad de cada ser humano, y los mismos derechos humanos, allí comienzan. Allí comenzamos todos», «Aceptar
el hecho de que después
de que la fertilización un nuevo ser humano cobra vida, ya no es un motivo de pruebas u opiniones, es simple
evidencia. No tengo duda alguna: abortar es matar a un ser humano, aunque el cadáver sea muy pequeño». (Cdos. en
Molera, E. Identidad y estatuto del embrión humano. Consulta en: https://cdn.website-
editor.net/6673f49cf7bc47af98ed5239b3ce0be1/files/uploaded/Identidad%2520y%2520estatuto%2520del%
2520embri%25C3%25B3n%2520humano_S41hhD79Q62GIfk4FRT8.pdf).
llegada de nuevas sustancias al mercado, alimentan una expectativa de «bienestar» que se transforma, con mucha frecuencia,
de día en día, en sufrimiento y aflicción”3.
h.
Reafirmamos nuestro compromiso de atender según su
dignidad humana a todas las personas, en particular y a ejemplo
del Señor, en los más vulnerables, los despreciados,
los ignorados, los que son hechos invisibles y sufren violencia física o psicológica.
i.
Nos comprometemos a anunciar sin cansancio que la persona
humana, se realiza
en la relación hombre-mujer de
forma complementaria y recíproca. Es en base a esta referencia antropológica
profunda del varón a la mujer y de la mujer al varón que eventualmente es posible el auténtico matrimonio y su apertura
a la posibilidad de una nueva vida humana4.
j.
Reafirmamos que los niños en
adopción, merecen que la sociedad los confíe a un hogar, conformado por padre y
madre, que es el ámbito natural del cual proceden.
k.
Reafirmamos que la “renta de
vientres” o maternidad subrogada constituye una explotación de la mujer, de
quien se abusa con fines reproductivos.
l.
Denunciamos que no es justificable la doble vida.
Las virtudes que se ejercen en la vida pública se cultivan en la vida privada.
Cuando en cualquiera de los dos planos se traicionan
los valores fundamentales asociados a la dignidad de la persona humana se frustra la adecuada construcción del bien común y de una sociedad más justa y fraterna.
m.
Anunciamos que los seres humanos, tenemos una
responsabilidad en nuestras actividades, para no abusar ni destruir la
naturaleza de nuestro planeta, que es la casa común que habitamos5.
12. Reconocemos que
formamos parte de una sociedad libre llamada a consolidar su democracia. Por ello, nos oponemos a limitar el derecho a la libre expresión de la verdad.
Más aún, un auténtico régimen de libertades incluye la libertad
religiosa que nos permite vivir a plenitud de manera individual o asociada, en
público y en privado conforme a nuestras convicciones de conciencia.
13.
A los que provocan sufrimiento y muerte, a los que
están asesinado, secuestrando, extorsionando y causando un dolor atroz a su
prójimo, en el nombre de Cristo, ante cuya justicia nos presentaremos al
momento de morir, los exhortamos a abandonar el camino del mal, convertir su
corazón, arrepentirse, reconciliarse con Dios y con sus hermanos, y reparar el
mal causado. Dios es misericordioso con los que se acercan a Él con corazón
humilde y arrepentido. Pero también es justo y mira el sufrimiento de quienes
son víctimas del crimen.
3 Pontificio Consejo para la Pastoral de
la Salud. Manual de Pastoral: Iglesia,
droga y toxicomanía, 3.
4 “La
sexualidad caracteriza al hombre y a la mujer no sólo en el plano físico, sino también en el psicológico y espiritual
con su impronta consiguiente en todas sus manifestaciones. Esta diversidad,
aneja a la complementariedad de los
dos sexos, responde cumplidamente al diseño
de Dios en la vocación enderezada a cada uno” (Sagrada Congregación para la
Educación Católica. Orientaciones educativas sobre el amor humano, 5).
5 “San
Francisco, fiel a la Escritura, nos propone reconocer la naturaleza como un
espléndido libro en el cual Dios nos habla y nos refleja algo de su hermosura y
de su bondad: «A través de la
grandeza y de la belleza de las criaturas, se conoce por analogía
al autor» (Sb 13,5),
y «su eterna potencia y divinidad se hacen visibles
para la inteligencia a través de sus obras desde la creación del mundo» (Rm 1,20)” (Laudato si 12).
A
las autoridades civiles les exigimos la vigencia plena del Estado de Derecho.
La aplicación discrecional de la ley
es contraria a la justicia. Sólo de
esta manera nuestras familias y la paz pública
serán verdaderamente protegidas. A los fieles católicos y a todas las personas
de buena voluntad, los
invitamos a construir una sociedad en paz y respetuosa de las leyes justas.
14. La misericordia de Dios
siempre está disponible para el pecador arrepentido, aún en los casos de aborto. Los católicos que han participado activamente en la promoción o procuración
deliberada del aborto están llamados a reconciliarse con Dios y con la Iglesia
a través del sacramento de la confesión.
15. Los obispos buscamos
iluminar las conciencias de cara al bien y a la verdad. En ejercicio de
nuestros derechos inalienables y de nuestro ministerio como Pastores
continuaremos predicando el Evangelio de la Vida, tanto en público como en
privado, recordando que Jesús nos ha dado un mandato preciso: “Vayan por todo
el mundo y prediquen el Evangelio” (Mc 16,15).
16. Les
anunciamos que continuaremos colaborando con ellos y con muchos otros para
promover la dignidad de cada persona humana, desde la concepción hasta la
muerte natural.
17.
Poniéndonos en manos de la Santísima Virgen
de Guadalupe, nuestra
Madre, para que nos
proteja bajo su manto y con la mirada puesta en Cristo Redentor para que seamos
fieles a lo que Dios pide a cada uno de nosotros, firmamos
esta Declaración conjunta
a nombre de todos
los obispos de México.
México, 16 de julio de 2020.
+ Mons. Jesús José Herrera Quiñónez, Obispo de
Nuevo Casas Grandes y
Responsable de la Dimensión Episcopal de Vida
+ Mons. Rogelio Cabrera López Arzobispo de Monterrey y Presidente de la
CEM
+Mons. Alfonso G. Miranda Guardiola Obispo Auxiliar de Monterrey y
Secretario General de la CEM