Desde el Café
Bien diferente a febrero cuando decía que había que abrazarse y
besarse, que el coronavirus ni siquiera era equivalente a la influenza. Bien
diferente a marzo, cuando invitó a los mexicanos a seguir haciendo su vida
normal y fortalecer la economía yendo a fondas y restaurantes; “No dejen de
salir, yo les voy a decir cuándo no salgan”, el presidente López Obrador dijo
este miércoles: “No nos confiemos; (el coronavirus) es una pandemia muy dañina,
afecta mucho, duele que se pierdan vidas”.
Y es que del domingo anterior, último día del confinamiento, hasta
este martes, segundo día de la nueva normalidad, se contagiaron 6 mil 662
personas y se registraron 707 defunciones.
¿Este nuevo récord tuvo que ver con la nueva normalidad? Quién sabe,
porque el virus tarda entre 2 y 14 días en incubar. Pero puede ser el preámbulo
de lo que nos espera en dos semanas con la gente afuera de sus casas cuando
casi todo el país está en semáforo rojo.
“Si hay un rebrote de contagios rectificamos en alguna región y
llamaremos a que nos ayude la gente quedándose en casa, a que nos protejamos,
nos cuidemos” agregó el presidente que sigue hablando a los de allá, a los de
enfrente, en lugar de poner el ejemplo y encerrarse en Palacio Nacional.
Hace dos semanas dijo que estábamos abajo de Bélgica, España y
Alemania en contagios; hoy eso es historia porque tiene rato que los rebasamos.
De seguir así alcanzaremos e incluso rebasaremos a Brasil donde hay otro ignorante
y testarudo gobernando esa nación.
El coronavirus avanza y no tarda en aumentar la fuerza de su
contagio sobre un país cuyo personal médico sigue haciendo esfuerzos
sobrehumanos para salvar vidas, ante la indolencia de un presidente que continúa
regateándoles los insumos.
La irresponsabilidad de López Obrador (que no se quiere recluir,
que no usa gel antibacterial y mucho menos cubrebocas), combinada con la
necesidad de millones de mexicanos entre pobres y pobrísimos que carecen de
apoyos, han hecho que se comiencen a abarrotar paulatinamente las calles cuando
el contagio está a todo lo que da y sigue creciendo.
Este miércoles los números del doctor Hugo López-Gatell pasaron la
barrera de los cien mil contagios al registrar 101 mil 238 y el número de
muertos se fue a los 11 mil 729. Esto es, 3 mil 912 contagios y 1,092 muertos
más que el día anterior. Una barbaridad.
Y para agravar el problema al parecer esas cifras no cuadran.
El periodista Carlos Loret escribió el martes: “Las cifras del subsecretario
López-Gatell son cada vez más cuestionadas dentro y fuera del gobierno. Ya está
claro que en la vida real hay muchas más muertes de las que reporta en su
conferencia de prensa diaria en Palacio Nacional. Cada vez son más especialistas
—desde médicos hasta matemáticos— que, usando los datos del propio subsecretario,
exhiben que lo que dicen López-Gatell y López Obrador sencillamente no es
verdad, y que el número de muertos es el triple y el número de contagiados es
25 veces mayor”.
Si
esto es cierto estaríamos hablando de más de 2 millones 500 mil contagios y más
de 35 mil muertos lo que es factible por varias razones. Primero porque México
tiene una población de 127 millones de habitantes; segundo porque el confinamiento
ha sido muy light; tercero porque más de un tercio de los mexicanos carecen de
agua y por obvias razones no pueden asearse como lo indica la OMS; cuarto
porque muchos enfermos de Covid-19 viven en comunidades apartadas de un centro
de Salud y quinto, porque (como lo digo líneas arriba), López Obrador ha mandado
al diablo las recomendaciones de quedarse en casa y esto ha orillado a los ciudadanos
a salir al conque de que si el presidente no se ha contagiado, ellos por qué se
tendrían que contagiar.
En
este momento más de dos millones de mexicanos desempleados andan buscando
trabajo de lo que sea y tienen que salir de sus casas. Cientos de miles de
trabajadores informales salieron a vender chicles, dulces, elotes porque nadie
los apoya y tienen familia que mantener.
La
OMS por su parte pide que regresemos a casa.
¿Qué
hacer? He ahí el dilema.
Con
un presidente que otorga apoyos pinchurrientos o de plano no da ni un vaso con
agua; con más de 52 millones de mexicanos entre pobres y paupérrimos, que si no
mueren por el coronavirus podrían morirse de hambre. Con una economía
desfondada, el desempleo a la alza y con la violencia que nomás no para ¿qué
será del país?
Como
es casi imposible que esto cambie en lo que resta de esta administración, lo
único que queda es rezar a ver si ocurre un milagro.