· Un
Paso Hacia la Estabilidad o un Círculo Vicioso de Poder
·
Plantea preguntas fundamentales sobre la
autonomía universitaria
· La
Junta de Gobierno simplemente reafirma el deseo del Rector
Por Miguel Ángel
Cristiani G.
La reciente y sorpresiva aprobación de la prórroga de Martín
Gerardo Aguilar Sánchez como rector de la Universidad Veracruzana (UV) plantea
preguntas fundamentales sobre la autonomía universitaria y el verdadero
significado de la representación en las instituciones educativas. ¿Estamos ante
una decisión que preserva la estabilidad o simplemente reafirma un círculo
vicioso de poder que podría socavar la esencia misma de la universidad?
La Junta de Gobierno, -que ya están pidiendo su
desaparición- en un ejercicio que se presentó supuestamente como plural y
consultivo, ha decidido extender el mandato del rector hasta 2029. Este
proceso, aunque legal y normativo, parece más un intento de mantener el status
quo que de fomentar una renovación crítica de la gestión universitaria. La
consulta a la comunidad universitaria, aunque digna de mención, no puede
ocultar la realidad de un sistema que, en ocasiones, se aferra a líderes sin
cuestionar su capacidad para enfrentar los desafíos contemporáneos.
Contextualizando, la UV ha sido un bastión de pensamiento
crítico en México, un espacio donde se ha cultivado la libertad de expresión y
la investigación. Sin embargo, la prolongación del liderazgo de Aguilar, sin un
verdadero debate sobre su desempeño y visiones futuras, puede interpretarse
como un debilitamiento de esos mismos principios. La estabilidad institucional
es vital, pero no debe lograrse a costa de la vitalidad intelectual y la
innovación.
Es innegable que Martín Aguilar no ha realizado aportes
significativos durante su gestión. Sin embargo, la pregunta que subyace a esta
prórroga es: ¿estamos priorizando la continuidad sobre la calidad? La
evaluación de su labor debe ser más que un mero ejercicio de legitimación; debe
ser un proceso que invite a la reflexión crítica y al cuestionamiento de las
prácticas establecidas.
La historia nos enseña que la concentración del poder,
incluso en entornos académicos, puede llevar a la complacencia y a la falta de
rendición de cuentas. Las universidades deben ser espacios de debate, no de
consenso acrítico. La decisión de la Junta de Gobierno debe ser vista no solo
como un respaldo al rector, sino como un llamado a la comunidad universitaria
para que se involucre activamente en la construcción de un futuro donde la
diversidad de opiniones y la crítica constructiva sean la norma.
Es imperativo que todos los sectores de la UV se comprometan
a revisar y cuestionar la gestión del rector, no desde un lugar de antagonismo,
sino desde el deseo genuino de mejorar. La autonomía universitaria no debe ser
un escudo para proteger a los líderes de la crítica, sino un marco que
garantice la libertad de pensamiento y la búsqueda de la verdad.
En conclusión, la prórroga del rector Aguilar es un reflejo
de la necesidad de estabilidad, pero también de la urgencia de fomentar una
cultura de rendición de cuentas y de renovación.
La comunidad universitaria debe ser arquitecta de su futuro,
exigiendo no solo continuidad, sino también excelencia y compromiso con su
misión educativa.
La verdadera fortaleza de la UV radica en su capacidad para
adaptarse, cuestionar y evolucionar. Si no se aprovecha este momento para abrir
el debate y fomentar la participación activa, corremos el riesgo de convertir a
la universidad en un ecosistema estancado, donde la mediocridad se normaliza y
el pensamiento crítico se silencia.
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