RUAN ÁNGEL BADILLO LAGOS
Recuerdo una tarde, cuando
discutíamos los hermanos por unas cuantas canicas de diferentes colores, mi
hermano quería todas las del mismo color y yo las prefería todas de diferente
tonalidad y matiz; esa fue nuestra discusión. Mi madre abuela nos dijo
repetidas veces: “¡hey!, cálmense, pónganse de acuerdo y no discutan”, pero con
un corazón obstinado le dije: “¡no!, las quiero todas de diferente color”. En
ese momento escuché lo siguiente: “a Dios no le gustan los niños que pelean”.
Al voltear mi rostro, en ese preciso momento, hacia una habitación de la casa a
la cual llamábamos “el estudio”, mis ojos vieron, sorprendidos, una cruz de luz
que parpadeaba intensamente. Corrí a los brazos de mi madre abuela llorando,
diciéndole “perdóname, perdóname, Ma”. No cesaba de llorar por esa experiencia
que, siendo un infante, Dios me había regalado. Cuando le conté a mi madre lo
que había visto a lo lejos en aquella habitación, ella me empezó a hablar de la
pasión de nuestro Señor Jesucristo y de cómo padeció por nosotros (fragmento de
mi libro Experiencia de un Alma).
Hoy, después de más de 57 años,
me queda claro el significado central de la cruz, al comprender que Jesús murió
y resucitó por todos, y que así había manifestado el amor gratuito y
misericordioso de Dios. Día tras día experimento la gracia que brota de la
muerte de Cristo, es única forma de entender la cruz, no obstante, es
inconcebible la muerte en la cruz de aquel que es nuestro salvador, porque
decir cruz quiere decir salvación. El tema de la cruz de Cristo
se convierte para mí en un elemento central, Cristo crucificado es mi
debilidad. La cruz, por todo lo que representa, sé que es escándalo y necedad,
pero es fuerza de Dios precisamente cuando aparece el fracaso, el dolor y la derrota,
ahí está todo el poder del amor ilimitado de Dios, porque la cruz es una
expresión de amor y el amor es el verdadero poder que se revela en la
debilidad.
La cruz contradice la
felicidad efímera del hombre, en efecto, aceptar la cruz de Cristo significa
realizar una profunda conversión en el modo de relacionarse con Dios, me
refiero al trato cálido y amoroso en una experiencia con Él, al aceptar sus
enseñanzas y vivir de ellas como si fueran nuestro alimento y murieran con
nosotros mismos. Es totalmente inconcebible querer morir, sobre todo cuando
tengo tanto tiempo de consentirme así como soy. Aceptar la cruz es vivir la
pasión, una aberración y un escándalo de mi parte en la cultura actual del
posmodernismo, es el aspecto más emblemático porque revela la muerte y el poder
que Dios tiene a diferencia del poder humano para rehacer todas las cosas.
A siglos de distancia vemos
que en la historia ha vencido la cruz y no la sabiduría que se opone a ella, el
poder del amor llega hasta la cruz para salvar al hombre. “Él me dijo: mi
gracia te basta, que mi fuerza se muestra en la flaqueza” por eso me identifico
tal cual, al revelarse Dios ante esta pobre alma.