Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
Difícil debió ser para la abogada Verónica Hernández
Giadáns separarse de la Dirección Jurídica de la Secretaría de Gobierno y
encargarse de la Fiscalía General del Estado. Con nula experiencia en derecho penal,
debió sentirse como la guitarrista de un trio pueblerino a la que mandan a
tocar el oboe en una orquesta sinfónica.
Pero obedeció porque así se lo ordenaron.
¿Qué ha hecho como encargada del despacho de
septiembre del 2019 hasta ayer? Poco y de ese poco nada relevante.
La Fiscalía a su cargo ocupa el lugar 29 en efectividad
y sólo están peor las fiscalías de Puebla, Ciudad de México y Guerrero.
Pero esto no amilana a sus corifeos que aplauden la
presunta baja en la incidencia delictiva “gracias a su extraordinaria labor” al
frente de la FGE.
Ignorantes. En el hipotético caso de que la violencia
fuera a la baja, se debería al esfuerzo del Poder Ejecutivo a través de la
Secretaría de Gobierno y de la Secretaría de Seguridad Pública. El trabajo de la
Fiscalía no es prevenir o inhibir los delitos sino investigarlos, detener a los
delincuentes y llevarlos ante la justicia.
Para nadie es un secreto que el gobierno de Cuitláhuac
García ha sido el más violento de la historia reciente y si los asesinatos
continúan, es porque la Fiscalía General del Estado a cargo de Hernández
Giadáns, ha sido incapaz de detener a los malos y llevarlos ante un juez. Luego
entonces ¿cuál extraordinaria labor?
Con motivo del inminente cambio de fiscal, la señora
está en todo su derecho de buscar la titularidad en la FGE. Pero sería bueno
que en un gesto de sinceridad con ella misma se pregunte si podrá con el
paquete.
La dependencia necesita una persona con carácter que
conozca de derecho penal tanto como un pastor evangélico conoce la Biblia. Y
Verónica carece de ese conocimiento.
Si está consciente de que fue impuesta a pesar de que
no tiene el perfil, si sabe que su nombramiento provocó el rechazo de casi
todos los abogados de Veracruz; si no puede ocultar que quien la impuso fue su
jefe inmediato y que como le rinde cuentas a él la FGE no es autónoma, entonces
¿a qué se queda?
Conforme avance el tiempo se multiplicarán los
problemas para la 4T y puede resultar afectada e incluso embarrada. No debe
olvidar que ya la acusan de portación de una familiar prohibida y quiérase que
no esa es una mancha que no se quita.
Hoy, en este momento, tiene todo el respaldo de su
jefe, también del gobernador y por supuesto de los legisladores de Morena que
ya dan por hecho que la próxima fiscal será ella. Pero ¿por cuánto tiempo le
garantizarán ese apoyo?
¿Qué va a pasar con Verónica si la 4T pierde las
elecciones intermedias y la nueva Legislatura amanece con menos de media docena
de diputados de Morena? ¿Qué va a pasar si a su jefe le piden la renuncia que
tanto anhelan los veracruzanos y se tiene que ir? ¿Qué va a pasar si los próximos
legisladores la sacan a balcón y piden su dimisión?
Si en los meses que ha estado al frente de la FGE ya
sabe cómo se cuecen las habas, ya conoció sus entrañas y tiene para presumirle
a sus nietos que estuvo al frente de esa dependencia ¿qué necesidad hay de que
pase la de tribulaciones que se le pueden venir encima si quienes la vuelvan a
imponer la dejan en la indefensión?
Su oportunidad de salir por la puerta grande y
dedicarse al derecho notarial, tributario, civil y administrativo que (de
acuerdo con la Secretaria de Gobierno) son su especialidad, es ahora. Después
será tarde.
Nadie, estoy seguro, desea ningún mal a esta funcionaria
que al menos tiene la virtud de la obediencia. Pero sería bueno que deje un
poquito de lado la soberbia y se mire en el espejo de su antecesor Jorge
Winckler Ortiz, al que su poderoso padrino dejó colgado del alambre y ahora
anda a salto de mata.