Desde
el Café
Bernardo
Gutiérrez Parra
Cuando
a finales de mayo la Secretaría de Salud federal dio a conocer que el número de
enfermos con dengue en Veracruz era de más de 400, la Secretaría de Salud
estatal desdeñó el informe.
Para
junio ya eran 661 los casos comprobados, pero nadie movió un dedo. Roberto
Ramos Alor, titular de la SESVER, creyó quizá que la magia de la 4T haría el
milagro de ahuyentar por sí sola al Aedes aegypti sin fumigaciones ni control
sanitario. Si están acabando con la corrupción, cómo carambas no van a acabar con
un jodido mosquito.
En
julio, con mil 266 casos encima, Ramos Alor siguió dándole vueltas al asunto,
lo mismo en agosto cuando con 2 mil 860 casos comprobados y un muerto la cosa
se puso más seria.
De
hecho, ni cuando a mediados de septiembre los contagios se dispararon por arriba
de los 5 mil la SESVER dio muestras de alarma. Relax, no pasa nada.
Como
los reporteros comenzaran a preguntar por el dengue en las jurisdicciones
sanitarias de sus municipios, la SESVER despachó un boletín donde manifestó que
los únicos autorizados para hablar del tema eran el gobernador Cuitláhuac
García y el titular de Salud Roberto Ramos Alor.
Cuitláhuac
dio a conocer que la Secretaría de Salud ha atendido a dos millones de
veracruzanos mediante labores informativas y de eliminación de criaderos.
Es
decir, ya nomás les falta por atender a seis millones de paisanos.
Ramos Alor
dijo que la epidemia del dengue no es epidemia: “Epidemia no, eso es un concepto
muy complicado. En realidad sí hubo una situación de incremento por lluvias,
temperaturas elevadas y demás, pero no se ha salido de las manos, estamos
trabajando”.
Ah
bueno.
Un par
de días después compuso la plana al manifestar que si el dengue no disminuye es
porque está “fuera de control humano” y anunció que se están llevando a cabo
labores de fumigación en los “focos rojos”. Pero hasta ahí, nada de hablar de
emergencia epidemiológica.
La
bronca es que el dengue se disparó casi un 900 por ciento en los últimos tres
meses. Y se ha ensañado con municipios de a tiro amolados como Chicontepec,
Tempoal, Rafael Delgado y Jilotepec, sólo por citar algunos.
Debido
a la desidia gubernamental, Veracruz es el único estado de la República donde
se tienen los cuatro serotipos de dengue que se contabilizan en el país: Denv-1,
Denv-2, Denv-3 y Denv-4, pero nadie lo sabía hasta que lo dijo la Secretaría de
Salud federal.
En lo
que va del año se han registrado y confirmado 6 mil 107 casos y 15 decesos,
contra mil 115 de todo el año anterior, y ese dato tampoco se dio a conocer por
las autoridades estatales.
El
director de Epidemiología de la Secretaría de Salud federal, José Luis Alomía
Cegarra, dijo que Veracruz “se encuentra en estado de emergencia por la
incidencia de casos de pacientes con dengue” y urge que se realicen acciones
intensivas y extraordinarias para detener los brotes.
Agregó
que la emergencia no es nacional, pero sí hay emergencia en entidades como Veracruz
y Jalisco, por lo que se debe incrementar la fase de control y eliminar a los mosquitos
adultos infectivos que transmiten y propagan la enfermedad.
Para
colmo, el dengue le pegó al Arzobispo de Xalapa Hipólito Reyes Larios que se encuentra
internado en el Centro de Alta Especialidad y su estado de salud es estable. En
un principio se pensó que el afectado era el alcalde Hipólito Rodríguez
Herrero, pero a este cuate ni el dengue lo quiere.
El
problema, el grave problema, es que a pesar de todo lo anterior Ramos Alor ni
suda ni se acongoja. Él sigue en lo suyo: En Veracruz no hay emergencia
epidemiológica y háganle como quieran.
Ya
viene la influenza y es la hora en que la SESVER no ha tomado medidas
preventivas. Por otra parte no hay vacunas contra el sarampión, tampoco
quimioterapias para niños con cáncer. Y de estos asuntos ni preguntarle a secretario
de Salud porque les huye.
¿Qué
hacer con un funcionario que en lugar de apoyar estorba? ¿No sería mejor darle
las gracias y mandarlo a su casa?
¿Eso disminuiría
el dengue? No, por supuesto que no, pero mitigará el malhumor social.
En
tiempos del PRI los malos funcionarios eran corridos sin el menor miramiento,
hasta que Enrique Peña Nieto acabó con esa sana costumbre. Pero así le fue,
tanto a él como a su partido.
Por
salud política los morenos de Veracruz deberían verse en ese espejo.