*Académicos
y mediadores de lectura de Chile, Argentina, Colombia, España y México participan
en el Primer Festival Internacional de Narración
Xalapa,
Ver.- La palabra es primero: herramienta de vida que conecta pasado, presente
y futuro; que une, arraiga y fortalece a la comunidad, a la familia, pero sobre
todo, a las nuevas generaciones, así que en una era mediática y alienante es
indispensable mediar entre lectores y textos, rescatar y promover la narración
oral.
En ello coincidieron narradores,
académicos y mediadores de lectura provenientes de Chile, Argentina, Colombia,
España y de los estados de Colima, Hidalgo y Veracruz que, durante dos días,
participaron en conversatorios que se realizaron en la Iniciativa Municipal de
Arte y Cultura (IMAC), como parte del Primer Festival Internacional de
Narración, Una montaña de cuentos abraza la comunidad.
La coordinadora general del festival,
Arely León González, dijo que no se trata de impartir un recetario, sino de
compartir la experiencia y opiniones de expertos y grandes narradores que
trabajan en sus comunidades, principalmente con niños y adultos mayores.
El coordinador estatal de Fomento a
la Lectura en Colima, Víctor Chi; el colombiano y promotor de lectura desde
BiblioRed, Facundo Mercadante; la chilena, profesora de lengua, narradora y
mediadora de lectura, Estephany Díaz Azúa, y Melina Rigoni, argentina,
fotógrafa y quien trabaja la lectura con niños ciegos, charlaron en torno de la
mediación y promoción de la lectura.
“Somos un puente entre el libro y el
lector…. Existen los mediadores formales, quienes estamos en las aulas y
espacios de discusión, e informarles, es decir, aquellos que tiene el deseo de
transmitir la pasión por la lectura, que no se obliga, se propone, se contagia
y enamora. Eso buscamos, empoderar a niños y niñas como sujetos activos del
pensamiento”, comentó Estephany Díaz.
Durante el segundo conversatorio, El
relato como reflejo de la memoria y de la identidad, participaron el
guardabosque nacional en Argentina y tallerista en narración oral, Alejandro
Ayala; el maestro rural y narrador oral, 40 años frente a grupo y 30 de
narrador, además de portavoz de la lengua otomí, Mario Ángeles Herrera, así
como las investigadoras de la Universidad Veracruzana y colaboradoras del
Centro Comunitario de Tradiciones, Oficios y Saberes de Chiltoyac, Cristina
Núñez y María Isabel Castillo.
“Decía mi abuelo: cuando una
historia, una leyenda salía de la boca de alguna de las bocas de nuestros
abuelos, era como si una mariposa multicolor volara por los aires e iluminara
el mundo, eso decía, y yo le creo, porque en los abuelos está la voz de la
verdad… él fue quien me inició en estos menesteres de la narración y
recopilación de la tradición oral”, comentó Víctor Chi.
Para él, un relato es hablar y
descubrirnos a nosotros mismos, develar nuestras raíces. Contó cómo salió de su
natal Yucatán para buscar cuentos y leyendas en el estado de Colima,
recorriendo todas las comunidades, primero como un pasatiempo, después como un
trabajo en serio, “porque cómo era posible que no hubiera registro de la
memoria oral”.
Alejandro Ayala compartió su
experiencia en el rescate de la identidad y la memoria en los bosques
argentinos, donde cultivó lo que llama el tótem narrativo, “que se refiere al
relato interno que tiene cada uno, inclusive los propios infantes”.
Cristina Núñez dijo que estas
expresiones culturales le dan vida a la memoria que cohabita en las
comunidades, que no necesitan ser rescatadas, sino recreadas.
“Convertirlas en memoria viva que nos
permita construir mundos desde nuestras raíces, romper con estas formas tan
profundamente enraizadas en nuestro ser, en nuestras maneras. Usamos,
provocamos, a la historia oral, al testimonio, al relato de vida como un
dispositivo que nos permite generar espejos entre nosotros, propuestas
comunitarias, encontrarnos en esta memoria común como parte de una historia y
de un pueblo que vale”.
Mario Ángeles recordó la forma en que
se hizo narrador oral comunitario. Los cuentos, leyendas, narraciones populares
le vino de su abuelo, en la Sierra Gorda de Hidalgo, a quien le escuchaba
cantar en otomí todo tipo de relatos y canciones.
“Cada mes las personas lo esperan en
el módulo donde se entrega el apoyo social de 70 y más, incluso más que el dinero, quieren ver a mi abuelo para
que les cuente historias”.
De hecho –dijo– ahora que me dedico a
lo mismo, son los otomíes quienes más me piden que vaya, así que vivo entre las
comunidades contando historias, recogiendo, escuchando, documentando y
difundiendo.
Al final del conservatorio se
proyectó el documental Relatos de
montaña, cuentas y leyendas de El Conejo.